Démosles una dieta equilibrada. Está bien.
Curémosles las pupas cuando se caigan. Cómo no.
Ayudémosles a sacar buenas notas.
Cultivemos sus hábitos de higiene.
Librémosles el camino de objetos peligrosos.
Vistámosles con argumentos contra el frío.
Defendamos la ciudad de su inocencia.
Retratémosles hasta vernos a nosotros mismos.
Pero, por encima de todo, démosles
la oportunidad de no descender siempre del mono.
Arranquémosles nuestro corazón lleno de rabia.
Asesinemos el cromosoma de nuestros complejos.
Por encima de todo, no criemos
ultras de nuestro grupo sanguíneo.
Pongámosles las gafas de dudar
de nuestra versión de los hechos.
Que nuestros hijos aprendan a decir te quiero
en el idioma de nuestro enemigo.
No infiltremos en sus tripas nuestros odios.
Que no vayan de la mano de papá hacia el precipicio.
Tanto les da si me encuentran vivo o cuerdo,
son los molinos de viento los que luchan contra mí.
Busco glorias pasadas en el porvenir,
como todos los mamíferos varados en el tiempo.
Si no te me apareces en mitad de la noche,
sé que me voy a morir de miedo.
Si no mojas la tierra de mis dedos,
se va a secar el cielo en medio de la noche.
El amor es una contienda de dos
en la que sólo se ganan medallas de bronce.
El amor es una evidencia que se esconde
en la herida más abierta del cajón.
Los malos pensamientos son las buenas ideas del corazón.
Yo pienso en ti cuando quiero comprenderme.
Cuando no te miro, no soy capaz de verme
y me atropella un poeta producto de mi imaginación.
Le confié a un vaso de ginebra que te quería
y el domingo no ha vuelto más a ese cristal.
Comprobé que al hielo lo derriten las ganas de besar.
Me reconocí al ver aquella copa tan medio vacía.
A esta edad se llega con la fe hecha un cristo
y, sin embargo, creo en ti como un chaval intacto.
Con ilusión, no hay frío que extinga al dinosaurio.
Si te importo, qué importa que haga años que no existo.
Todas mis hormonas con la boca abierta viéndote
convertir unas risas enlatadas en alegría.
Incluso, sé de alguna estrella sombría
que se ha sentido sol cuando le mirabas.
Arrastro un dolor por soñar en mala postura,
como todos los mamíferos enamorados de un pececito.
Soy uno de esos bichos que se ponen a segregar ternura
en cuanto comparten algo contigo.
Todos los mentirosos quisimos falsificar tu gambeteo.
Todos los poetas soñamos dejar atrás a tanto inglés.
Todos los incrédulos creemos a un dios partenopeo.
Todos los números uno quieren ser el diez.
A todos los que te vivimos nos mató un tiro libre.
Nos ubicó en la infancia un pase tuyo.
Te veíamos hacerle goles al imposible
y nos sentíamos campeones de otro mundo.
Sacabas de esquina y rematábamos de corazón.
El mapa de tu zurda excedía la Argentina.
Todas las tribunas hablaban la lengua de tu inspiración.
Toda defensa era una civilización en ruinas.
Todas las pelotas son ciudadanas de tus pies.
Todas las redes te tildan de asesino.
Todos los números uno quieren ser el diez.
Todos se quedan a mitad de camino.
Gracias a los que ejercen el oficio de maestro
pensando que ser maestro no es un oficio,
a los que ayudan a levantarse de un suspenso
y sacan las mates de la cuenta de beneficios.
A las profes que no se encierran en su asignatura,
a las que consiguen meternos en los mapas.
Son la voz con que nos llama la literatura
y convierten en futuro la historia contemporánea.
Acallan con palabras los gritos de texto.
Lo suyo es hacer un big bang todos los años.
Nos enseñan a leer fuera lo que llevamos dentro.
Nos aúpan a nuestro primer peldaño
Sobre la tabla periódica, edifican personas
porque la duda es el antónimo de la muerte.
Apuntan al corazón de las neuronas
porque el amor es la mayor ciencia que uno aprende.
Una amiga, una enemiga irreconciliable.
Un producto mejor de los factores de mi cara.
Un pétalo de ella que me dejó mi madre.
La viva imagen de mi infancia.
Un guantazo, una caricia, la misma mano.
Una socia en el negocio ruinoso de crecer.
La compañera de un juego que los dos ganamos.
Una niña de vuelta de ser mujer.
Una cómplice, una chivata, un salvavidas.
Una rama del árbol que me sujeta a la tierra.
Un corazón que late más fuerte cuesta arriba.
Un cuerpo hermano. Un alma gemela.
alfa mayúscula, única compatriota.
Puerta de entrada a lo más hondo de mi casa.
El agua vive porque se abrazan dos gotas.
Dos gotas. Dos gotas de la misma agua.
En la inmensidad despiadada del universo,
disto mucho de ser siquiera insignificante.
Al mundo llegué en un agosto de Alicante.
Así, original como el veraneante medio.
De pronto, me veo próximo a la mediana edad.
De puntillas para rebasar la baja estatura.
Con la misma complexión que mi caricatura.
Con iguales motivos para reír que para llorar.
Tengo el mismo dios que una hormiguita.
He perdido la noción de lo que votaba.
Iba para español y me he quedado en nada.
Descerebrado antes que con una mente postiza.
Me he ocultado la muerte de mi madre.
Mis hijos me han enseñado a caminar.
Yo soy la persona más pequeña del plural,
uno de esos gilis que se creían singulares.
No me entenderás sin saber que estoy enamorado.
Escribo recostándome en su hombro de palabras.
Hago versos con mis propias manazas
cuando se me va el cariño de las manos.
Defiendo la teoría de que la carcajada
es la distancia más corta entre dos personas.
Que las guerras las gana el bando que perdona
lo aprendí tras matar y morir con la mirada.
Nunca cuento que soy funcionario hasta, al menos,
la séptima estrofa de la primera cita.
Mis domingos son de criptonita,
ayer y mañana empatan a cero.
No he hecho daño a nadie intencionadamente.
De qué servirá eso a quienes he herido....
Como todos los desconocidos,
yo me llamo Álvaro Trece.
Mi padre me enseña más de lo que yo aprendo.
Mi padre se pospone para que yo suceda.
Yo soy bueno con lo que de mi padre llevo dentro,
con las últimas fuerzas de niño que me quedan.
Mi padre sabe volar con los pies en el suelo.
Recibe las balas de frío que el invierno me dispara.
Se despierta temprano para que yo pueda tener sueños.
Hablo de mi padre cuando vuelvo a casa con las palabras.
Mi padre me transmite el ADN de su alma
cada vez que me renace con su calor.
Me late una cardiopatía azul y blanca.
Clase, los que se curran la segunda división.
Mi padre es ejemplo de que el verdadero león
no necesita serlo con un trono en la selva.
Dibuja la primavera en un grano de arroz.
Respondo mi padre cuando preguntan por mi tierra.