viernes, 25 de mayo de 2018

LA PAZ SIN CUARTEL

Siempre con los ojos de puntillas para verte aún
cuando monstruos cobardes con mi nombre nos separan.
Alcanzo a ver mis huellas sobre la llave que gira
para encerrar mi corazón en la tormenta.
Se mueve el suelo bajo mi sueño de caminar
y un perro de helio me ladra cuando despierto.
También las máquinas generadoras de la primavera
saben que mi ser se sostiene únicamente ya
en las cosas que no soy por serlas demasiado.
Corre como un secreto a voces
que la luna detesta a los lunáticos
pero mi caso es el de los labios
que asesinaron a su boca.

Cómo no iba a perderme si jamás
había estado tan distante de la bondad.
Aquel día mi cadáver apareció repartido
entre las páginas de un libro
y la voz que ya no oías
rompió todos los espejos de mi garganta.
Durante setecientos sesenta y seis días
deseé que te definieras
con aquellas exactas palabras
y, sin embargo, no supe más que incendiar
el único puente que llevaba
al hombre que había salvado de mí mismo.

La culpa no agarra en estos jardines.
Por aquí abundan los bosques de desolación
donde el ave inanimada vuelve a morirse.
Pero ni siquiera esa muerte repetida
termina con el dolor de los abrazos amputados.
Cuando se hace de noche, nada ha terminado
para las flores enfermas de luz del día.
La rosa precisa decirle al sol,
en idioma de estrella, que es él quien
distingue de la sombra su existencia
mientras el silencio fluye en sondas de quimioterapia.

No lo sabían. Nadie dijo a los ríos
que el mar desemboca en un callejón sin salida.
Tras el impacto de las olas,
bajan gotas de este mismo instante por el muro.
Tú y yo, inciertos porque verdaderos,
huimos  del rencor de una unidad de tiempo.
No lo sabía. El mar nunca supo
que aquellos dos ríos se querían.







sábado, 5 de mayo de 2018

NO. NO ES FÁCIL LA VIDA DE UN DIOS

Si bien yo vengo de familia griega, no cabe duda
de que el Nuevo Testamento nos ha marcado a todos los dioses.
Como todos los best sellers, fruto de modas pasajeras,
ha impuesto pautas extrañas de comportamiento.
No hay nada más ridículo
que el ejercicio políticamente correcto de la divinidad
al que, de veinte siglos a esta parte,
nos han acostumbrado cuatro santones arribistas.

Hoy te tachan de burgués por vivir
en las mínimas comodidades de un palacio de cristal
en la cumbre humilde del Monte Olimpo.
Nadie parece ver el evidente romanticismo
que hay en forzar a una mortal
y convertir en asteroide a su marido.
¿Qué jóvenes estamos educando
si un padre no puede devorar a sus propios hijos?
Por no hablar de los remilgos del lenguaje.
Hoy haces justicia y se les llena la boca
llamándolo asesinato múltiple o genocidio.

Déjenlo... Si lo que más me irrita
es que, en el fondo, es culpa nuestra.
¿Cómo un dios que se precie
puede tolerar que le ponga normas un concilio?
Ya ni me acuerdo cuándo fue la última vez
que alguno de ustedes vino a ofrecerme
un pariente en sacrificio a uno de mis altares.
Cómo se echan de menos los buenos tiempos.
Pasábamos el rato poniendo cabezas humanas
en cuerpos de animales.
Y ahora eres el malo si organizas un rapto
haciéndote pasar por un simple toro inofensivo.

Se empieza admitiendo el libre albedrío
y se termina con los templos hechos escombro.
Señores, cuando un dios es como Zeus manda,
es del todo innecesario que exista el diablo.
Les dejas sentirse bienaventurados
y malinterpretan lo de a su imagen y semejanza.
Y entonces, ya sin miedo, el hombre
encuentra el antídoto de la religión.
No. No es tan fácil la vida de un dios.