No llores más, cabroncete, piensa Papá Noel mientras mira al niño que tiene en el regazo. Cambia repetidamente de postura buscando la posición que permita a la madre hacer la fotografía por la que ha pagado.
No llores, Diego, dice Papá Noel repitiendo el nombre por el que la atribulada mamá se dirige a su chaval. Papá Noel piensa que no hay comparación posible. Cierto es que el crío se llama como su nieto, pero a la vista está que es mucho más feo.
La señora se cansa de intentarlo y, con buen criterio, se marcha con su chiquitín. Papá Noel se levanta. Ha terminado su turno. Recorre los pasillos del centro comercial hasta su vestuario. Se quita la barba, las gafas truchas y el traje rojo. Enciende un cigarro, saca el teléfono y pulsa play para volver a ver el vídeo que anoche le envío su hija. Papá Noel no se cansa de verlo. Diego lo está haciendo. Diego camina. Diego camina en dirección contraria a los diagnósticos. Diego ya ha subido el primer peldaño.