Durante mucho tiempo he pensado
que no había nada peor
que ver a alguien subir al púlpito,
como un ángel putrefacto,
a predicar qué es
poesía.
Y resulta que ahora veo que sí.
Hay algo mucho peor.
Ver a alguien subir al púlpito
a decirnos lo que no es poesía.
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