de mil novecientos noventa y seis
con el peinado
de mil novecientos ochenta y cuatro.
Entonces, medía metro setenta
desmultiplicado por ti
y no alcanzaba ni siquiera
las estrellas de mi barrio.
Tú fuiste a descubrir
mucho más de lo que yo ocultaba.
Yo miraba León cuando te vi
en la patria desnuda de mañana.
Y uno se puso a escribir cartas
para, a vuelta de correo,
poder leerte la mano
en los versos más humanos del deseo.
Qué sorpresa, no funcionó
la táctica de un parvulito de la estrategia.
Tú te echaste veintitantos novios
por cada control suspenso de alcoholemia
que yo estudiaba por los codos.
Pero el tiempo pasa
y lo último que hicimos en Toledo
fue darnos el primer beso
como un anticipo del agua.
Y te desmayaste
a los pies del mes de abril.
Metiste la costa de Irlanda
en un cajón de nuestro armario.
Nos acostamos en rue Rennes
y tú, que eras azul, blanca y roja,
te volviste naranja y subiste
todas las escaleras que te pusieron en contra.
Me eliminaste de la champions.
Me enseñaste que uno más uno son U2.
Me llevaste de polizón por todo el mundo.
Nos casamos en ciudades separadas.
Me hiciste una transfusión de ti
cuando me llené de sangre de huérfano.
Rompimos con dos hijos
la barrera del sonido.
Rejuvenecimos on line.
Reincidiste en la belleza.
He traducido mi boca
a todos los idiomas del incendio.
He sobrevivido a la sombra de tu pecho
cuando me he muerto de miedo
y, nunca,
nunca he tropezado con la aurora
porque el sol jamás se pone
en los mapas físicos donde yo te quiero.
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