Timbre. En la mirilla, la pareja americana del supermercado. Conversamos antes, en inglés para orgullo mío, en la caja. Abro. Traen mi DNI, extraviado al pagar.
Milagro. Vuelo mañana. Venga una cerveza, digo en inglés. La bebemos en español. Dos rondas después, nos une el idioma universal que ustedes, también y tan bien, conocen.
Estruendo. Lluvia de golpes. ¡Policía!. Cae la puerta. Bofetón. El diente de Bill por el aire. La cara de Maggie apretada contra el suelo bajo una bota. Jadean el idioma del esposado. Ladra un perro.
Debo parecer estupefacto. Me explican:
- Ahí donde les ve, estos dos están en la lista del gobierno de los mil más buscados.
- ¿Qué me dice? Si parecen como usted y como yo...
- Como le cuento.
- ¿La lista de su gobierno o del nuestro?
- ¿Y qué importancia tiene eso ahora, que ya no pueden hacer daño?
- Ninguna, no...
- De buena se ha librado. Puta suerte. La liebre ha saltado en una monitorización del teléfono. De las de rutina.
- ¿El suyo o el mío?
- ¿Y qué más da?
- Desde luego, lo importante es haberme salvado.
Duermo tranquilo toda la noche.
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