Sin ti, los árboles no ponían sabor
en el cuerpo invisible de sus frutas.
No existía Dios y yo me sentía
desamparado en el mundo de los lunes.
La Tierra era un círculo contaminado
y yo no tenía aire en los cuartetos.
El verano duraba menos cada año
y el mar empezaba a ser ya cosa de antes.
La muerte me observaba desde arriba
y yo arrastraba el miedo de mi estómago.
Las derrotas amargas se sucedían
y yo escondía, claro, la cabeza.
Contigo, todas las frutas me saben
al día de sol que hay en tu mirada.
No existe Dios y yo me siento pleno
en la salvación de tus abrazos.
La Tierra es un círculo contaminado
y sopla el oleaje de tus pechos.
El verano dura menos cada año
y a mí me urge verte mañana.
La muerte me observa desde arriba
y, entonces, miro yo hacia otro lado.
Las derrotas amargas se suceden
y yo celebro que las compartamos.