La cafetería del hospital nació para ser cruel.
La voz telefónica de aquella señorita
sonó a que hay malas noticias bajo su piel.
Pensaba haber sentido miedo muchas veces
pero no había puesto un pie en este país inhabitable.
Desespera el veredicto de unos jueces
que no conocen más palabra que culpable.
Trata de olvidar que vino a buscar
una respuesta que su dolor ya sabe.
Reza a Dios pero quién iba a pensar
que el diablo fuera un ángel insobornable.
Sus ojos lanzan señales de auxilio.
Sus manos tiemblan sobre el alambre.
Sus lágrimas viven al borde del precipicio.
Sus oídos oyen a una enfermera nombrarle.