domingo, 30 de septiembre de 2018

NO OS DIERON PIES PARA SALIR HUYENDO DEL AMOR

No os dieron pies para salir huyendo del amor.
No os dieron boca para hacer lo que habéis hecho con los besos.
No os conocisteis para dejar el mar tal como estaba.
No os dieron corazón para que os quisierais con el cerebro.

No os dieron manos para negarles la vida sobre el otro.
No os mirasteis para echar agua al fuego de los ojos.
No os dieron una canción para romperla en dos silencios.
No os mostraron la luz para vivir en el lado oscuro de vosotros.

No os dieron la alegría para firmar un triste empate.
No os dieron instinto para ponerle un pijama de fuerza.
No os dieron la ciencia para que rezarais a un cerrojo.
No os dieron colores para no ver más que cremalleras.

No os dieron la complicidad para la nada que perpetrasteis.
No os dieron los abrazos para andar faltos de calor.
No os dieron sentido común para sentir por la mitad.
No os dieron pies para salir huyendo del amor.


miércoles, 26 de septiembre de 2018

MURIENDO EN SERIE

Todo lo que sé de química es un nombre de guerra.
Heisenberg me enseñó la fórmula de la maldad,
que Nuevo México es mi vieja soledad,
que el amor es una asociación de malhechores,
que conviene cocinar la cruda realidad
para evitar penas mayores.

El presidente Underwood da golpes de estado
con la misma mano que excita a la primera dama.
Es malo, como yo, pero él gana elecciones
donde yo te pierdo porque no me salen los recuentos
de la lechera.
Himno: dícese de la música que pone de los nervios
a las fieras.

Hazles creer que viene el invierno
y verás un muro tapiando cada verano.
Enamorarse debe ser que un bajito
sueñe con ser gigante como un enano.
¿En qué creer cuando la verdad no es más que un sol
que todas las noches cambia de bando?

Besos, y demás cosas que pasan dentro del mar angosto,
te guardo como la meta azul de mi esperanza,
como si no supiera que Francis ha ordenado
que una voz en off me retire la palabra.
Que el último fotograma que vea seas tú,
mientras otro secundario me mata por la espalda.


sábado, 1 de septiembre de 2018

BOLSILLOS LLENOS DE MISERIA

¿Cómo es posible que en esos lugares
en que hay menos miseria haya tantos miserables?
Gente que pone puertas electrificadas al mar,
gente que separa a los hijos de los padres
en las mismas narices de la estatua de la libertad.
El mundo es propiedad privada
de patriotas garrulos con multinacionales,
ningún lugar será bueno para refugiarse
cuando estalle la paz.
Ninguna salida lleva a ninguna parte
en los cinco continentes del verbo cerrar.

En el cielo del bienestar, las llaves de San Pedro
sólo saben negar a cal y canto el paraíso.
Se busca la cifra de hambrientos necesaria
para que los dígitos de todas las cuentas corrientes
sumen infinito.
Se trata de que los de dentro dilapidemos el refugio.
Que la muerte les vea a ellos y se olvide de extinguirnos.
En ningún olimpo hay sitio para un pobre diablo.
Todas las palabras de su idioma
se traducen como peligro en el nuestro.
Más que los muros, las concertinas o los pinchos,
lo que nos separa es una alambrada de miedo.

Demagogo es quien enarbola
la nación casual de millones de células iguales
para proteger el único color,
no se engañen, que nos importa.
El color cambiante de las monedas estables
y de las promesas rotas,
el color de una raza que no quiere mezclarse
más que con personajes de curso legal,
con genéticas de presencia rentable.
El amor es un ejercicio de cálculo mental
que nos sale de los instintos comerciales
cuando pronunciamos la palabra solidaridad.

Maldito. Maldito. Maldito sea el amor
de los que nos quieren por el signo del erre hache.
Maldito el que grita sálvese quien pueda
sabiendo que sólo él podrá salvarse.
Maldito el que cuenta los cofres del tesoro
de los barcos a los que induce a naufragarse.
Entre las olas, puede verse un pez ya desnudo
al que exigen volver a desnudarse
para permanecer en el océano.
¿Cómo termina un individuo declarado culpable
de venir huyendo de la tormenta?
¿Cómo es posible que, tan lejos de la miseria,
haya tantos miserables?