domingo, 22 de marzo de 2020

NO PUEDO SALIR ILESO

Ignoro si les sucederá
a todos los niños de cuarenta años,
pero yo ya no lloro
ni siquiera cuando nazco.
Será porque sólo un muerto
puede verse obligado a nacer
y porque, entre todas,
la que más duele
es la muerte pasajera.
Cómo no voy a resultarte familiar
si también yo soy extraño.

Ignoro si les sucederá
a todos los niños de cuarenta años,
pero yo, antes que una posverdad,
bien prefiero el desengaño.
Soy más yo cuanto más te quiero,
pero quiero con la misma voz
con que hago daño.

Cómo explicar a los fantasmas
que esperan en vano mi regreso
que no se vuelve de nosotros.
Cómo explicarles que mi mano
ya no volverá a ser nunca mi mano
sino nuestros dedos.
No pienso darles mis palabras,
que ya no volverán a ser mis palabras
sino nuestros silencios.

Estoy hastiado ya de primaveras.
En todas ellas he buscado
y no he encontrado un enemigo
capaz de hacerme pensar
que esta guerra contra mí
vale la pena.
Yo llevo dentro los inviernos
de las tabernas de Lasonaise.
Yo llevo dentro las tormentas
de los bosques boreales.

Cuando recompusieron los pedazos
de un héroe roto,
di yo como resultado.
Imagina la expresión de las caras
de quienes me necesitaban
y la multiplicación
del dolor de sus ojos
en las matemáticas
de todo lo que yo miraba.

No entiendo a los poetas
que creen que van a conseguir
el mejor poema del mundo.
Quizá hubiera podido
el sepulturero de León Felipe
o quizá pueda hacerlo
yo, que cultivo el oficio
de repetir a destiempo
lo poco que sé de ti y de mí,
pero no está al alcance,
conseguirlo, de un poeta.

Bebo
con los brazos abiertos.
Miro
dentro de tus gafas oscuras.
Dejo
huellas imposibles de tristeza.
Vierto
emociones cuando te me diriges.
Mancho
de ti el gris de mi cerebro.
Camino
donde los pronombres caminan solos.
Huyo
con los zapatos del revés.
Cometo
actos reflejos en tu nombre.
Desabotono
la razón para pensar en tu cuerpo.
Escondo
tu boca de las conversaciones.
Amo,
no puedo terminar entero.
Escribo,
no puedo salir ileso.



miércoles, 11 de marzo de 2020

J´ACCUSE O EL PRIMER ATARDECER EN LA LUNADA

Escucho el sonido de los barrotes de la celda al cerrarse del que todo preso habla. El Centro Penitenciario Lunada III no es lo suficientemente grande para encerrar mi rabia. Me rebelo ante la injusticia como siempre he hecho. ¿Qué hago aquí? ¿Cómo han podido hacerme, hacernos, esto? ¿Cómo hostias puedo hablar con Carolina? Necesito hacerlo, decirle que sé que en el fondo me quiere y que no es ella la culpable, que son otros los que no han parado hasta traerme aquí. 

Es a su amiguita Isabel a quien acuso de malmeter y de tergiversar que la necesitara sólo para mí como cualquier enamorado. Acuso a nuestros hijos de hacer un drama de cuatro bofetadas y olvidar que los trapos sucios hay que lavarlos en casa. Acuso a sus padres y a mis padres de poner el grito en un cielo que no es de su incumbencia. Acuso a mi cuñada de ser la autora material de la llamada que precipitó el principio del fin. Acuso al trabajador social de no entender que más me dolían a mí los moratones, pero... ¿cómo va a aguantar un hombre según qué cosas? Acuso a la psicóloga de poner frente a mí una Carolina diferente. Acuso a la policía de quitarnos los anillos y ponerme las esposas. Acuso al fiscal de ignorar que mi único móvil fue el amor. Acuso a la jueza de amordazar al dios que la declaró mi mujer.

Escucho el sonido de los barrotes de la celda al cerrarse. ¿Cómo es posible? ¿Cómo no vi la multitud que se me vino encima? ¿Cómo no vi que, entre las cuatro paredes de lo nuestro, Carolina nunca estuvo sola?