domingo, 14 de agosto de 2022

NADA MÁS QUE ESTO

He pasado una eternidad 
intentando definir la muerte
que se anuncia en los relojes digitales.
Definir lo que siento por ella.
Definir el miedo que me da
que se rompan los cristales de la risa.
El miedo que me da que la tormenta 
separe nuestros caminos con barro. 
Explicarme con palabras la esperanza.
La ilusión sin razones ni justificación. 
Los movimientos reflejos del alma. 

He pasado una eternidad 
intentando definir la vida 
que brota del clima maravilloso 
de cuando entra ella en una habitación.

Hasta que una noche me di cuenta
de que es exactamente al contrario.
En realidad, son todas esas cosas
las que me definen a mí. 
Y dicen que no soy nada más que esto.
Unos ratos un sinónimo 
y. otros, un antónimo vuestro. 

lunes, 1 de agosto de 2022

DESMONTANDO EL SISTEMA SOLAR

¿Alrededor del sol? Pobrecillos…
Pero es mejor no contar a los astrónomos 
que, en realidad,
Mercurio,
Venus,
Tierra, 
Marte, 
Jupiter, 
Saturno, 
Urano, 
Neptuno
e, incluso, Plutón
llevan ya tiempo  
que no giran más que alrededor de ti.
Sin que se dé cuenta el pasado.
Sin que lo sepa el porvenir. 

martes, 21 de junio de 2022

DE TU TIPO

Pero vamos a ver, chaval.
Vamos a ver, mentecato. 
Si ahora sientes que te habla a ti
esa canción que nunca te había dicho nada.
Si se te vienen a la boca las
expresiones que ella usa desde niña. 
Si, de pronto, eres capaz de predecir
el próximo paso de sus manos.
Si, de pronto, no eres si ella no está.
Si, de pronto, no vas si ella no viene. 
¿Seguro que la quieres porque es de tu tipo?
¿No será que es de tu tipo porque la quieres? 

lunes, 20 de junio de 2022

LAROCHO

Prometo renacer entre las ascuas. Con esta oración, ha terminado el relato foguerer de Benavent que he ido leyendo de la pantalla de mi teléfono móvil durante mi paso por dos de los largos pasillos de este edificio de Madrid. Tal consorcio de palabras ha hecho que ser alicantino se me salga de la camisa. Tanto que, al ver en el reloj de la pared una aguja en el ocho y otra en el doce, me sale decir sin voz larocho.

Y, al salir del ascensor, mi corazón se alza como una plantà. Y vuelvo a ser el niño que prueba la coca amb tonyina en la barraca del tío. Y las flores abarrotan las calles. Y el sonido de Luceros llega derribando todas las puertas del tiempo y el espacio porque, en las llamas de mi casa, lo viejo se vuelve eterno. Y, a la llum de mis hermanos, se disipan las tormentas. Y, así, bajo el sol de la noche del solsticio de mi tierra, tras otro largo pasillo, llego a la sala, ocupo mi sillón de siempre, fluye por la sonda la quimioterapia y, ya no, sé que no faltaré a las hogueras de mañana.

sábado, 23 de abril de 2022

HASTA QUE LLEGÓ SUSANA

Llovía el día en que, me parece que fue ayer, empecé a trabajar en Lamucca. Cuando entré por primera vez en el restaurante, notaba la responsabilidad en mis tendones. Habían movido cielo y tierra para traerme desde el norte. Estaba decidido a retribuir los esfuerzos realizados para contar conmigo y la confianza que se me había otorgado. Centrado en cumplir mi papel de la mejor forma posible. Centrado. Hasta que llegó ella. 

Su nombre sonó en cocina igual que si una pila de platos se hubiera hecho añicos en el suelo. Los compañeros iban contándose unos a otros que Susana Carbonara estaba sentada en la mesa ocho. De pronto, todo se llenó de la ensalada colectiva de emociones que su presencia provocaba en el personal. Zozobra, esperanza, miedo, ilusión desbordaban Lamucca

A ustedes les surgirá ahora la misma pregunta que a mí entonces. ¿Quién demonios era Susana Carbonara y, sobre todo, por qué ponía de los nervios a todo el mundo? Les daré, aun a riesgo de resultar soez, la misma respuesta que a mí me dieron. La puta ama de la crítica de cocina. No había término medio. Sus opiniones catapultaban restaurantes al triunfo o los cerraban. Y estaba en el nuestro. Nos la jugábamos a una carta. 

Entonces, hice lo que cualquiera con un mínimo de curiosidad hubiera hecho. La miré a través de una rendija desde el puesto que me habían asignado. Y experimenté algo que nunca, se lo juro, nunca antes había experimentado. La visión de aquella mujer bajo la luz de la noche del viernes estuvo a punto de deshilacharme. Sus facciones rimaban en consonante con mis ojos, por lo que éstos no obedecían las repetidas órdenes de mirar hacia otro lado que mi cerebro les enviaba. Definiría mi ánimo como fascinación si no fuera porque al hacerlo traicionaría, al quedarme tan corto en mi descripción, el deber de lealtad con ustedes, lectores, que me obliga como narrador. 

En cualquier caso, y fuera cual fuese el término que usáramos para definirlo, fui arrancado de golpe de aquel estado. El camarero entró apresurado, blandiendo la comanda, y diciéndome que Susana Carbonara había pedido verme. A mí. Sí, a mí. ¡A mí! La madre -sí, soy un soez- que me parió. Estuve a punto de caerme redondo, pero un cocinero que andaba cerca lo evitó. Dedicó unos minutos a tranquilizarme. Me atendió. Me recompuso. Y, en fin, me ayudó a salir lo más acicalado y confiado posible.

Sin embargo, cuando llegué a su mesa y pude oler su perfume, recaí en esa dulce causa de enajenación mental llamada Susana Carbonara. De nuevo, no era capaz de más acción que contemplarla ensimismado de arriba a bajo. Y, entonces, deseé con todas mis fuerzas estar dentro de su cuerpo. Y vaya si acabé dentro de su cuerpo. Dio cuenta de mí en unos minutos. No quedó ni rastro en aquel plato de este pobre chuletón que les escribe. 


domingo, 3 de abril de 2022

NO ME ATREVO A CONTARLE


El lector me aprecia porque yo
he sufrido las mismas derrotas que él.
Porque me cuento también entre los huérfanos.
Porque se me hacen largos los días 
en que se nos traga la tierra del domingo. 
Porque la mayoría de mis ríos
no van a llegar nunca al mar. 
Porque soy uno de esos que se morirán
como si no. Sin que el verano se pare.
Porque estoy hecho de chatarra y hueso.
Porque te miro con unos ojos que no tengo.
Porque me corre sangre medio muerta
por las venas de los versos. 
Porque escribo donde las puertas cerradas me derriban.
Porque verás poemas rotos en mi nombre.
Porque de mis errores aprendí
que fui más feliz cuanto más me equivocaba.
Porque yo sé que, tal vez, no haya vencedores
pero es seguro que aquí hay vencidos.
Porque tengo la mirada del color de noviembre.
Porque me han visto ser sonido de cristales rotos.
Porque me han visto llorar metal y fuego. 
Porque mi cuerpo ha recibido el castigo de la luna.
Porque, como todos los demás, 
intento en vano parecer distinto.
Porque me siento concernido cuando la tarde llora.
Porque voy palante como los insignificantes. 
Porque empezaron por no mirarme y he terminado
por no reflejarme en los espejos.
Porque no funciono como dice el envoltorio.
Porque la noche era un circo romano
y yo, un adolescente buscando un pulgar levantado
donde no había más que dedos hostiles. 
Porque hubiera preferido seguir viviendo
sin saber que la magia tiene truco.
Porque de todas las razones para hacer el bien
a mí me ha movido siempre la peor.
El lector me aprecia porque a mí 
me ha derrotado también el general invierno.
Así que... ¿Cómo voy a contarle esto?
¿Qué pensaría de mí si supiera
que, cuando invoco tres veces tu nombre,
todo eso se me olvida,
que, cuando invoco tu nombre tres veces,
ya nada de eso importa,
que, cuando invoco tres veces tu nombre,
el frío se va y la sombra se disipa
porque tú sucedes en mi boca.


jueves, 3 de febrero de 2022

¿POR QUÉ NO CREER?

El ser humano nunca podrá volar,
decían los sabios de ayer.
Y, sin embargo, levanto la cabeza
y veo un avión pasar sobre 
los edificios del siglo veintiuno.
Sonrío, no lo puedo evitar,
vuelvo la cabeza al papel
y rompo lo que estaba
escribiéndole al lector.
¿Por qué no creer?
Voy a escribirte a ti.