domingo, 10 de noviembre de 2019

EL EMBAJADOR DE TIERRABLANCA

El embajador de Tierrablanca debió desaparecer en algún momento entre las doce y media y las seis. Sobre su mesa de trabajo, los cuerpos medio vacíos de una botella de brandy de Jerez y de dos copas. No  había ningún rastro de violencia. Tampoco lo había de paz. Las cortinas adoptaban las formas que el viento que entraba por la ventana abierta iba eligiendo a capricho. Lo único claro hasta ese momento es que los perros de la policía habían captado un olor con forma de guitarra.

Esta noticia figuraba en primera página del diario el día en que empezó lo nuestro. Bien me he documentado sobre esa fecha. Desde entonces, Tierrablanca ya no existe y el embajador, que apareció una semana después sin dar explicación alguna, es un novelista de éxito. Nosotros, ya lo sabes. A nosotros estas cosas nos siguen importando un bledo.



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