Es un hecho inobjetable
que mis poemas están alcanzando
una creciente difusión.
Últimamente, llegan a lectores
de muy diversa ubicación, oficio
pensamiento, clase y capacidades.
Es decir que usted, al otro lado
de estas líneas, bien pudiera ser
médico, charcutero, novicia,
espiritista, frutero... qué sé yo.
Así que, como nadie me asegura
que no me está leyendo un dios, un hada
o cualquier otro profesional
de la realización del deseo,
voy a pedir lo que pido siempre
que me veo en una de esas
situaciones de pedir lo que uno quiere
cuando una luz corre por el cielo.
Mi deseo es que me lleve con ella
a un lugar en su mejor momento,
con mar, con buen clima, con buena gente,
con exuberante gastronomía,
con un alto nivel de vida,
con críticos que aplaudan mis cosas
y con una paz a prueba de imbéciles.
Nota: sepa usted que todo eso de la paz,
los aplausos, el alto nivel de vida,
la gastronomía, la buena gente,
el buen clima, el buen momento
e, incluso, el mar es palabrería
perfectamente prescindible,
tonterías que uno escribe
para no dejar tanto espacio en blanco,
cuestiones de vida o muerte
que ya no importan cuando ella sonríe.