No te hablo de poder evitarte
que las dos manos se te levanten
algunas veces con el pie izquierdo,
ni quiero venderte que sea capaz
de cuadrar el círculo de la humedad
cuando la boca no esté para besos.
No prometo pascuas de resurrección.
No sé si será siempre el corazón
lo que me esté latiendo en el cuerpo.
No voy a ocultar que habrá sequías
y sueños que, a la luz del día,
amanezcan con cara de muerto.
No prometo hacer ningún milagro.
No puedo evitar que se acabe el verano
cuando menos lo esperes en el vientre.
Habrá un lunes tras cada fantasía
y los afluentes de la alegría
desembocarán en un mes de septiembre.
Lo que yo grito a los cuatro vientos
de los ocho planetas de mis versos
es que, cuando la tormenta te apunte,
me cuentes entre los que no quieren
librarse del puñal si a ti te hiere,
los que no quieren flotar si tú te hundes.