Es fácil hablar de los dientes de la orca
sábado, 26 de diciembre de 2020
LA ÚNICA CAUSA
Es fácil hablar de los dientes de la orca
jueves, 17 de diciembre de 2020
NOSOTROS, EL PUEBLO
domingo, 13 de diciembre de 2020
EL SILENCIO DE LA PRINCESA PROMETIDA
Cago en... Estoy hasta las pelotas del puto...
Nadie, salvo el propio Ismael en el mismo instante de pronunciarla, oye esta frase. Apaga la radio como quien trata en vano de encenderse a sí mismo.
Como todos los días más o menos a esta hora, se ha desbordado el vaso de su capacidad de recibir noticias, opiniones, pronósticos (y un inmenso etcétera que ustedes no tienen la necesidad de imaginar) sobre el virus. Mucho peor que la calamidad le resulta su anuncio constante.
El silencio, la soledad y la desaparición del amor físico no le han llegado, como al resto del mundo, con la pandemia. Mucho antes de que los rostros se cubrieran de mascarillas, él ya integraba el grupo de riesgo de los que están completamente solos. Dar unas cuantas cifras me va ahorrar muchas palabras. Setenta y cinco años de edad. Quince de ellos, viudo. Ningún hijo. Ningún hermano. Nadie cercano con las fuerzas suficientes para sostener el concepto de amigo. ¿Qué ha cambiado en la vida de alguien para el que dos mil veinte empezó el diecisiete de diciembre de dos mil cuatro?
La oscuridad se ha enseñoreado del salón. No es tarde pero es diciembre otra vez y, poco después de comer, el cielo va acabando ya con el día sin esperar a la noche. Ismael, no obstante, no prende la luz de la habitación.
Un movimiento reflejo de su visión periférica le hace saber, sin embargo, que ella, en el edificio de enfrente, sí ha conectado las luces de la salita de estar en la que pasa la mayor parte del día. La cortina deja pasar la claridad que la lámpara ha impuesto en la estancia, pero no permite ver siquiera su silueta de mujer mayúscula.
Ismael se da cuenta de que no la ha visto en todo el día. Bueno, paciencia. Es cuestión de esperar un poco. Es martes y los martes ella siempre hace una tabla de gimnasia a las siete y, siempre que hace una tabla de gimnasia a las siete, lo hace con las cortinas descorridas.
Ismael le da vueltas. Cuál es la razón por la que, cuando practica deporte, ella descorre las cortinas. Sin embargo, de pronto, otro interrogante se interpone. Qué hacer con la ropa de la lavadora que acaba de terminar. Es arriesgado tenderla con semejante amenaza de lluvia en el ambiente, pero el piso no dispone de secadora. Tender o no tender. Hay que decidirse antes de que la ropa mojada acumulada en la lavadora empiece a oler mal y haya que pasar por el trance de rehacer la colada.
Qué demonios, Ismael se dirige resuelto hacia la lavadora. La vacía y se pone a tender de mayor a menor. Primero, sábanas y toalla. Después, el pantalón y la camiseta. Por último, la ropa interior. En fin, mira al cielo pensando que la suerte está echada.
Ismael saca del bolsillo derecho de su pantalón la hojita donde tiene apuntadas las tareas del día y tacha la palabra tender. El único objetivo que permanece en el papel es hacer lista de compra. Ismael tiene decidido salir a comprar mañana, pero quiere aligerar la enloquecida agenda de jubilado solitario que le espera adelantando hoy la confección de la relación de los productos a adquirir. Leche, manzanas, arroz, detergente, cervezas.
Cerveza. No, un martes no es un día en el que beber alcohol pueda resultar admisible pero, vaya, desde que ha dejado el término por escrito, Ismael lanza toda una batería de argumentos para autoconvencerse, primero, de que tampoco sería para tanto tomar una cervecita el segundo día de la semana e, incluso, ahora, de que esa acción tendría indudables efectos beneficiosos sobre su alma y su cuerpo. Cuando tiene razón, tiene razón. Así que saca una lata de la nevera y la introduce en el congelador. En media hora estará lista.
Las seis y cincuenta y tres. Ella descorre las cortinas. Ismael no sabe cómo se llama ni que edad tiene, aunque la sitúa en la horquilla que va de los cuarenta a los cuarenta y cinco años. Lo cierto es que, para la clase de relación que le une a ella, la diferencia de edad es perfectamente irrelevante. Suena el teléfono fijo. Ismael va rápido hacia él. Al descolgar y decir diga, encuentra al otro lado a alguien que dice hablar en representación de una empresa de telefonía móvil y cuelga sin añadir nada más.
Ismael, ya que ha tenido que levantarse, optimiza el esfuerzo dejándose caer por el cuarto de baño y orina con no poca dificultad. Cuando vuelve al salón, ella ha interrumpido su rutina y camina en círculos mientras habla por teléfono. Ismael jamás ha oído su voz pero, siempre que se la imagina hablándole, lo hace con la voz de la actriz que dobló a Robin Wright en La princesa prometida. Ella deja de hablarle al teléfono y lo abandona sobre la mesa pero, después, no retoma el ejercicio. Desaparece de la sala.
Ella no regresa y ya han pasado diez minutos desde que salió. A Ismael le resulta evidente que ha ido a ducharse. La imagina, ya desnuda, en el momento inmediatamente anterior a entrar en contacto con el agua y una tormenta, momentánea y brutal, arrasa la región de su cerebro donde hace un tiempo se generaban las erecciones. El teléfono fijo vuelve a sonar. Ismael corre intrigado hacia él. Al descolgar y decir dígame, encuentra al otro lado a un comercial de una empresa de suministro eléctrico y cuelga sin añadir nada más.
Aunque lleva chándal, Ismael siente la necesidad de ponerse cómodo, es decir, de colocarse el pijama. Con él ya puesto, recorre el pasillo con una pantufla calzada y la otra golpeada por el pie descalzo como si de un balón de fútbol se tratara. Ella no ha vuelto a correr la cortina y puede contemplarla tumbada en el sofá mirando al frente. Ismael prueba todas las perspectivas desde su ventana pero su mirada no alcanza la televisión que ella, seguro, tiene delante. La idea de Ismael era proyectar el mismo programa que ella pero...
Tiene que conformarse con situarse en el sofá en la misma posición en que ella lo hace en el suyo. Recorre en orden descendente todos los canales que le ofrece la pantalla hasta detenerse en una película que, a él le parece, habrá sido la elección de ella. No obstante, se aburre enseguida y cambia al partido. El Bayern de Munich y el Hércules de Alicante se juegan el pase a octavos y seguro que ella también querría verlo. Ismael se recuesta abrazándola por poderes a través del cuerpo de un cojín desgastado. Cierra los ojos para intensificar el momento.
Cuando vuelve a abrirlos, son las cinco de la mañana. La tele emite espacios comerciales en serie. La apaga. Ni rastro de la princesa. Ya no compensa deshacer la cama a esas horas. Se queda en el sofá boca arriba. Enciende la radio. Busca en el dial algún agujero del que pueda sacar noticias, opiniones, pronósticos (y un inmenso etcétera que ustedes no tienen la necesidad de imaginar) sobre el virus. Como si le importara. Como si ésa fuera su pandemia.
sábado, 12 de diciembre de 2020
LA TRINIDAD
El que soy en realidad.
martes, 8 de diciembre de 2020
BREVE MANUAL DEL NO
No.
No es un sí en diferido.
No es un mensaje cifrado
de partes de su cuerpo
que fueran el secreto de sí mismas.
Es el último adverbio
al que agarrarse.
Es una fruta de la libertad.
Es el final de todos los lugares.
No.
No es una criatura discutible.
No es un portazo de fogueo.
Guárdate la opinión
de tus testículos.
Limítate a acatar
la altura de sus labios.
Márchate seguro de que caminas
en sentido contrario a la fiera.
No.
No tienes derecho a que te quiera.
No tienes derecho a verla
reflejada en la luz de tu deseo.
Contra el instinto, las neuronas.
Desconfía de la llamada
de la naturaleza.
Extráete del mármol de la carne.
No.
No es un par de letras sometidas
al capricho de una goma de borrar.
No es una vocecilla
que vaya a asustarse de los gritos.
Es un mandamiento
a los dioses de la mano.
Es el sonido
que debe abrir el mar rojo.
Es el viento
que viene a detener la bala.
No.
No es la última palabra
rendida de la condenada.
No es el chasquido
del nudillo arrodillado.
Es la sentencia justa
de la lengua.
Frustra los planes del naufragio.
Te saca por el patio trasero
de la tormenta.
No.
No es la zapatilla levantada
que hace reír a la cucaracha.
No es el semáforo en ámbar.
Corre más deprisa que la furia,
como una luna a caballo.
Dobla los barrotes
del tiempo pasado.
Detalla todo
lo que necesitas saber.
No.
No es la casita de paja
frente al lobo.
No es una maniobra de distracción.
No traduzcas con las garras.
No entiendas sin corazón.
Lo que nos separa del monstruo
es que no oímos que sí
cuando nos dicen que no.
domingo, 29 de noviembre de 2020
TESTIGO DE ALBORANIA
Nadie sabe cuándo nace el odio exactamente. Nadie lo ve hasta que ya reside en cada cuerpo como una enfermedad repetida. Lo que sí puedo situar en el tiempo es el primer atentado que causó muertes. Fue el veintinueve de febrero del año siguiente al de mi llegada a Alborania. El brazo armado de los lumenianos cayó sobre un barrio residencial mayoritariamente lumenista. La respuesta llegó el seis de marzo en las proximidades del estadio del equipo de fútbol más popular entre los lumenianos. Al principio, los actos de los radicales causaron el espanto, incluso, de los propios pero, bajo la luz sostenida de la noche sobre una tierra, todas sus criaturas acaban por volverse oscuras y no tardaron todos los ciudadanos, por un motivo u otro, en considerarse titulares de un acuciante derecho a la venganza.
El estado de derecho alborano trató de defenderse con cambios de su política criminal pero, como el alumno medio de secundaria sabe, las tiritas de la razón no pueden detener la sangría colectiva del delirio. Y, si un adolescente puede llegar a esa conclusión, imagínese el lector la rapidez con la que el profesor Mauro Acame alcanzó tal convicción para difundirla, después, mediante su libro Los asesinatos de Dios. Acame defendía que era la idea misma de la religión la que había llevado al país a aquella situación. La solución, pues, estaba dentro de cada alborano. Si cada individuo sacaba su relación con Dios de la relación con los demás, si todos, creyesen lo que creyesen, actuaban como si Dios no existiera, la ola de violencia que sumergía al país, sencillamente, se retiraría.
Desde el primer momento, eso que los que se consideran fuera del concepto llaman la gente puso en práctica de modo creciente esa sordina de la religión. Como un incendio inesperado, se fue extendiendo y, a la inversa, la violencia en el país fue cayendo como un cuerpo dormido desde el reino de los cielos. Recuerdo las portadas en todos los diarios de tirada nacional tras el primer mes, el primer trimestre... el primer año sin muertes. Las miradas de los medios de comunicación de todo el mundo confluyeron en la paz alborana y, por ende, en la figura de Mauro Acame y, de puertas para adentro, no resultaba excesiva la palabra mitificación. Tanto que, aunque a regañadientes, el profesor no tuvo más remedio que presentar su candidatura a la presidencia, tal y como le demandaban con insistencia en todas partes, desde la universidad a la cantina.
Ya supondrá el lector el resultado electoral ampliamente favorable al nuevo partido creado por Acame. Cuando se formó el gobierno, fui designado -tuve que aceptar a regañadientes- como asesor del presidente en cuestiones de tecnología agraria y alimentaria. Los inicios del gobierno Acame fueron una nueva edad de oro de Alborania. Las cifras del país desbordaban los índices de las organizaciones internacionales. La economía, las artes, la ciencia, el deporte... todo florecía a partir de la semilla de la euforia tras el fin de la violencia.
Sin embargo, en don Mauro nació una inquietud. Cayó en la cuenta de que todo aquel bienestar descansaba sobre un basamento de aire. Igual que los ciudadanos habían decidido por las buenas poner sus relaciones a salvo de la religión, podrían hacer lo contrario en cualquier momento y, con ello, devolver Alborania a la rutina de la autodestrucción. Una mañana de junio, mientras tomábamos café, me anunció que la muy absoluta mayoría parlamentaria que le sostenía en el gobierno iba a modificar la constitución alborana para declarar ilegal cualquier manifestación religiosa. ¿Y qué necesidad hay de prohibir algo que ya no existe? fue mi pregunta. El profesor la respondió recordando que su obligación era garantizar también la seguridad de las generaciones futuras y, para eso, debía evitar que mañana volvieran las luchas de ayer. Se trataba, simplemente, de llevar a la ley lo que los ciudadanos habían decidido libremente con su quehacer diario.
La noticia de la aprobación de la reforma constitucional tuvo, a pesar del crítico editorial del New York Times al día siguiente, un eco muy débil en el país cuando se produjo. Sin embargo, al cumplirse el primer aniversario, y por mor de un hashtag creado por quién sabe quién en quién sabe qué red social, se organizó un notable revuelo. El presidente, no obstante, no le dio ninguna importancia hasta que empezaron las protestas en la calle semanas después. La primera manifestación tuvo lugar el sábado diecisiete de enero en la capital y se repitió los dos sábados siguientes. Después, otro asunto apartó el foco de la ilegalización y la administración Acame, aliviada, pasó aquella página.
Cumplir con lo que la agenda pública alborana me exigía me dejaba poco tiempo libre. Aquélla fue la primera mañana en cuatro meses que pude dedicar al mayor vicio que he tenido nunca: dar pedales encima de la bicicleta. La inactividad me hizo padecer más de lo habitual en los ochos kilómetros de ascensión al monte Arcano. Fue una gozada. Si el lector es cicloturista o está enamorado entenderá que, claro que sí, se pude disfrutar sufriendo sin estar adscrito a ningún género de masoquismo. Antes de iniciar el descenso, entré en la cafetería de la gasolinera que hay en la cima. Me senté en un taburete de la barra con la mirada medio dormida sobre la pantalla de la televisión. Y, entonces, los ojos se me despertaron de un golpetazo cuando apareció en el monitor la imagen de varios policías sacando detenidos de un edificio del casco viejo. El texto que ilustraba la crónica audiovisual me acuchilló el ánimo. Diez detenidos por proselitismo religioso. Aquella gente que salía esposada resultó ser un grupo de lumenianos que organizaba clandestinamente ritos propios de su culto. A partir de los documentos encontrados en el registro, la policía detuvo a otras comunidades lumenianas y, a partir de los interrogatorios practicados, cayeron también colectivos de lumenistas que los primeros capturados señalaron.
Por incomprensible que le parezca al lector, Mauro Acame se quedó atónito cuando vio la calle incendiarse de protestas por los arrestos. Pensó que si aplastaba la mosca no llegaría a convertirse en el gigante capaz de arrasarlo todo. Por eso actuó con una contundencia que no hizo más que multiplicar a la bestia bicéfala al convertirse él mismo en su tercera cabeza. Un círculo interminable empezó a girar sobre Alborania como si de un Saturno se tratara. No fue la barbarie, lo que me asustó fue la decepción mía que habitaba cada acto del profesor Acame. Si no me fui entonces, fue porque Alborania era el país de Amelia. Tras las algaradas, el presidente instó el mayor endurecimiento penitenciario de la historia del país. El día que el parlamento votó la cadena perpetua, una bomba acabó con el ministro de justicia. Si fue lumeniana o lumenista la mano que la detonó era muy difícil saberlo ya. A la sazón tenían un enemigo común, aunque eso no impidió que, además, continuara cada facción atentando contra la otra. Por incomprensible que le parezca al lector, el parlamento alborano declaró el estado de sitio otorgándole plenos poderes al presidente. Esa misma tarde, instauró la pena de muerte y suspendió -por el tiempo mínimo imprescindible, dijo- los derechos constitucionales.
Vienen a por nosotros. Esa frase salió, en la letra más minúscula, de la boca de mi vecino. Yo no sabía que él y su familia eran lumenistas, pero ellos creían que era algo evidente para todo el mundo y que, por tanto, estaban en peligro. Tenía que ayudarles a salir de Alborania -por lo que más quisiera, dijo-. Días después, cuando logré despachar con él, rogué al presidente que les dejara marchar. Diría que en ese momento Mauro Acame estuvo a punto de sonreír, aunque consiguió evitarlo. Me dijo que había llegado a la conclusión de que los alboranos eran incapaces de vivir sin religión aun después de habérseles demostrado que era la raíz de los árboles más oscuros de la patria. Había que aceptarlo. El gobierno debía ser práctico. No quedaba más remedio que elegir cuál de los dos bandos debía ganar. Acame abandonó el lugar sin despedirse y un ordenanza me hizo saber que la entrevista había terminado.
Dos horas después, Mauro Acame declaró la religión lumeniana como oficial del estado y juró solemnemente no descansar hasta eliminar la herejía lumenista para restablecer la paz. Casi al mismo tiempo, cuando me detuvieron a mí por integración en banda terrorista, empezó algo que terminó con una sentencia que me tiene condenado a muerte. Por incomprensible que le parezca al lector, aún hoy, lo que no me deja dormir es saber que, aunque estuviera fuera de esta celda, Amelia tampoco estaría conmigo.
sábado, 28 de noviembre de 2020
TODOS Y NINGUNO
Fíjense en este caballero.
Va caminando
con cara de estar quieto
cuando se cruza
con dos niños en la acera,
único jardín que conocen.
Los chicos discuten
la propiedad de un billete
minúsculo pero de curso legal.
No hay acuerdo posible
y cada uno se marcha
con la mitad del billete roto.
En ese momento, que es
todos los otoños y ninguno,
él comprende la grieta.
No hay forma
de ocultarle al lagrimal
que ella no está
y su ausencia no le ha reducido
a la mitad, como pensaba
en la noche de su casa,
sino que le ha convertido
en un pedazo de nada,
una suma de sueños y órganos
sin ningún valor.
viernes, 27 de noviembre de 2020
jueves, 26 de noviembre de 2020
miércoles, 25 de noviembre de 2020
martes, 24 de noviembre de 2020
LA DELACIÓN DE MIS OJOS
Antes de que la imparable delación
domingo, 15 de noviembre de 2020
ES SIEMPRE EL DESTINO
No recuerdo dónde íbamos pero sí que lo hicimos en cercanías porque para Bruno el tren es siempre, en realidad, el destino.
sábado, 14 de noviembre de 2020
EL RETRATO ROBOT
La luz de la escena muestra dos niños.
viernes, 13 de noviembre de 2020
LO QUE ESTÁ EN MI MANO
He escrito, según mi opinión,
jueves, 12 de noviembre de 2020
EL TIPEJO
Detesto a ese tipo, es lamentable.
viernes, 6 de noviembre de 2020
EL MILAGRO DE NOCHEVIEJA
como el pirata rubio del sarao.
Sin embargo, no es éste el momento.
Éste es el momento de que tú me cuentes
el problema que nadie te ha visto
bajo las hojas de palmera de tu sonrisa.
Es el momento si te parece que eso
puede mitigar el invierno
que quizá sientas en el estómago.
Deja claro
a las diferentes ramas de la historia
que ningún acontecimiento
tiene la trascendencia de la derrota,
aun momentánea, de tu ánimo.
Del mismo modo
si no es un contratiempo ni el cansancio
lo que te corre por dentro.
Si es hambre de incendios
o si es euforia contenida
o, incluso,
si es algo que no consideras importante,
mi deseo más perenne
es que me hagas partícipe
del porvenir de la lluvia.
Y digo más. Que tu boca me muestre
lo que te mueve el corazón.
Porque sé dónde van y vienen tus pies,
pero hay días en que el amor
es que me confíes dónde no estás
y que yo cierre los ojos
y apriete los dientes
para permanecer allí, también,
contigo.
Y YO, CON UNAS DÉCIMAS
cuando ya no tengo edad.
Empaté la virginidad
en el último minuto.
Pude recoger el fruto
de no sembrar ventoleras.
Eran blancas mis banderas.
Ni fui César ni fui Bruto.
Después, descubrí la cura
de la eterna juventud,
perdí en otros mi salud,
me di prosa de sutura.
Tomé la lección más dura
de un linfoma criminal,
aprendí los dogmas del mal
en un pronóstico grave.
Cerré la fe con la llave
de la puerta del hospital.
Ahora, soy el futuro
de los verbos de mi madre.
Busco un perro que ladre
luces del amor oscuro
que iluminen el muro
que nos une y separa.
Llevo bajo de mi cara
mi rostro hecho pedazos.
Munición de tus abrazos
es lo que uno dispara.
Ahora, soy el pasado
de los cuerpos de mis hijos,
un corazón con sufijos,
un niño multiplicado.
Ahora, soy resultado
de los sueños de mañana,
tiempo nuestro de manzana,
inventor de un verano
en que mueven al gusano
latidos de la gusana.
No me busques fuera de ti.
No estaré en un cajón.
No brillaré en el neón.
No, nunca me busques allí.
Busca en lo más hondo de mí,
en tu miedo, en tu risa,
en tu mente insumisa,
en tu mirada sin techo
cuando el sol de tu pecho
te salta por la cornisa.
No echo de menos el mar,
extraño a muchos peces.
Querer es vivir con creces
y, de pronto, hay un hogar
en cualquier rincón del lugar
donde a uno le quieren.
Las muertes, máximo, hieren.
Morir, sólo si tú matas.
Sólo cuando me desatas
y tus lazos se me mueren.
SALDREMOS A LA CALLE
que aún nos unen las mismas sequías
que dieron el mar como resultado.
Volveremos a cometer los errores
que llevan siglos salvándonos la cabeza.
Sacaremos los versos de la jaula
de las páginas impresas.
Tomaremos todos los trenes
de las cuatro estaciones del verano
y llegaremos al lugar común
de nuestras corazonadas.
Protagonizaremos la vida multiplicada
porque ensayamos el papel de muertos
con los dedos de los anticuerpos cruzados.
Tacharemos del pasado
las tonterías que decíamos
cuando no sabíamos que éramos felices.
Romperemos los techos de la hecatombe
y las aves creerán que volamos
cuando recorramos los cuerpos sin medida.
Desarticularemos todas las bandas armadas
del terrorismo unicelular.
La única puerta cerrada
será la de la gota de sangre.
Reconquistaremos la despreocupación.
Exigiremos que los anocheceres respeten
nuestro derecho a las trivialidades.
Aboliremos los grupos de riesgo.
Colapsaremos la alegría.
Superpoblaremos los cuchitriles.
Nos mudaremos a la distancia corta.
Abrazaremos todas las religiones de la fiesta.
De estas tristes manos limpias
conservaremos los aplausos.
Resetearemos los besos con lengua.
Saturaremos los orgasmos.
Nos pondremos a las órdenes de la lluvia.
Dejaremos que se nos lleve el viento.
Serviremos con hielo la venganza
a los descendientes de estos viernes negros.
Nos arrebolaremos sin causa ni fiebre.
Respiraremos todas las denominaciones del aire.
Reconstruiremos todos los edificios caídos
en el mapamundi de la sonrisa.
Despertaremos de la pesadilla
con el hambre de la loba.
Nos reencontraremos con todos los pronombres
resumidos en nosotros.
Nos quitaremos la mascarilla del subconsciente.
Ocuparemos las plazas de la amistad.
Conmoveremos la piedra.
Desactivaremos la frontera.
Surcaremos las aguas del espacio aéreo.
Avistaremos el alma.
Seguiremos el camino de la línea menos recta.
Amigo, una palabra tuya bastará
para sanarnos el insomnio.
Remontaremos la corriente adversa.
Dividiremos el átomo por narices.
No seremos los dinosaurios de esta glaciación.
Escribiremos el final en todos los idiomas.
Alunizaremos en los parques.
Viviremos con la fuerza del que regresa
de la herida de arma blanca del interrogante.
Viviremos con la fuerza del que regresa.
Viviremos.
miércoles, 28 de octubre de 2020
HABLEMOS DE INMORTALIDAD EN SERIO
martes, 20 de octubre de 2020
LO QUE HABRÁ EN MI FÉRETRO
¿Lo que habrá en mi féretro
domingo, 18 de octubre de 2020
LO QUE ME INTERESA DEL MAR
TIRANDO DE EXPERIENCIA
me averió todos los juguetes.
Las risas enlatadas que sonaban
en el corazón.
Las derrotas que sufría
el adolescente con acné
en que me reencarné un verano.
La paz vergonzante
que le firmé a los capos del olvido.
La maldita puntualidad
que me permitió embarcarme
en el Titanic.
La lluvia que deshizo el papel
en que estaba escrito mi mejor poema
antes de que nadie pudiera leerlo.
Las lágrimas en la almohada
las noches en que ya nada
se interponía entre uno
y la oscuridad del pasillo.
Viví todos esos acontecimientos
como dolores nuevos e irreductibles
para los que mi pecho
no disponía de defensa alguna.
Después, leí a los sabios
y comprendí que esos episodios
no fueron sino ensayos, experiencia,
que me prepararon para afrontar
el dolor imposible de esta tarde
en que los demás muertos viven
pero ella no está.
Hoy, ya con estas canas
y este bagaje en el conocimiento
de mi espalda, puedo deciros
que donde estuvo ella
hay un dolor nuevo e irreductible
para el que mi pecho
no dispone de defensa alguna.
Ni siquiera es capaz
de dejar de respirar.
Ni siquiera es capaz
de tirar estos latidos
a la basura.
miércoles, 16 de septiembre de 2020
CANTO A YOUTUBE
Se derraman los siglos
de los minutos de tus vídeos
mientras el reloj de mi cuarto
espera sentado que marque yo
la hora de tapar la fantasía
con un edredón que nunca tuvo labios.
Te desprecian sabiondas y listillos.
A ti, que me enseñas la vida
de la voz compañera de Neruda.
¿Te acuerdas, Pablo, debajo de la tierra?
A ti, que me coloreas la noche
de Stalingrado y de Galípoli
y me pones frente a Ibsen y a Buero
hasta que Dios se levanta a aplaudir.
En ti aún es posible la infancia,
que no es sino una música
que nos gusta más ahora que antes,
y Felipe puede aún tener cuarenta
y seguir estando en contra de la OTAN.
Conoces qué pasó en la gran dolina,
el camino hasta el tiburón blanco,
la luz de los últimos días de Monet
y el autor del primer gol anulado.
Te conviertes en una calle mía
de la ciudad que de pronto se aparece,
devuelves a Ali y a Frazier
al penúltimo asalto de Manila,
reúnes a Bach, Camarón, Sabina
con el sonido Motown de esta peste.
Traes, como si nada, a Soler Serrano
para que mi padre salga de la boca de Cortázar
y recordarme otra vez que la vida
es la suma de las muertes de Ayrton Senna
porque Augusto vino a ser Napoleón
y el cielo, ¿te acuerdas, Pablo?,
no es más que un burdo engaño de la tierra.
lunes, 7 de septiembre de 2020
LA ÚLTIMA SEMANA DE JUNIO
- Recesvinto Quijano, ¿no?
- Exactamente.
Superado el pequeño malentendido en la recepción, subimos a las habitaciones que nos asignaron en la octava planta del hotel Poseidón de Benidorm. La insistencia de mi padre durante los cinco años que llevaba jubilado de su conserjería me había llevado allí. Había sido huésped de ese hotel la última semana de cada mes de junio de ese lustro. Tanto nos pidió que le acompañáramos alguna vez que..., en fin, lo hice. Eso sí, ni siquiera me atreví a plantearle a mi marido la posibilidad de que tomara vacaciones en esa época del año y, en el río revuelto de ese cisma, mi hija decidió caminar las aguas que llevaban a quedarse en casa con su padre. Tenía ante sí un verano recién hecho y pensaba empezar a comérselo en Madrid con unas amigas que, como ella, se encontraban en el trance de haber cumplido trece años.
Una vez abiertas y destripadas las maletas y repartido su contenido por los cajones del armario sin pretensiones que habitaba cada habitación, bajamos al comedor. Quien no haya estado en un bufé libre no conoce una parte salvaje del ser humano. La visión de las abarrotadas mesas me reveló que yo iba a ser un ave extraña en aquel hotel. Los huéspedes eran de dos tipos. Estaban los de la quinta de mi padre y estaban los niños. No era necesario ser detective, aunque tal era y es mi profesión, para deducir que los segundos eran los nietos sin colegio de los primeros. La realidad que me esperaba se me presentó en la forma cruda de los dos niños que, por llamarlo de alguna manera, comían en la mesa que teníamos unos, muy pocos, metros a la derecha. Sólo pude entender que se llamaban Ángela, ella, y Eduardo, él, que tenían un tono de voz capaz de hacer que cualquier estatua hubiera echado a correr y que pleiteaban por el uso y disfrute del móvil de su madre.
- Coño, Reces, qué alegría.
Mi padre, a la sazón, era el chico más popular de la clase. Perdí la cuenta de las personas que vinieron a saludarle. El veraneante es un animal de costumbres y todos volvían allí por las mismas fechas y eso había cimentado entre ellos algo que llamaban amistad. Las siguientes horas me dieron a conocer una galería inesperada de personajes que, sin duda, habían encontrado su contexto irrepetible en las distintas estancias del Poseidón. Aunque desfilaron por escena muchos más, en la memoria de hoy sólo conservo a Angustias y Manolo, un matrimonio de orondos zamoranos, Maravillas, una abuelita asturiana de sonrisa indeleble, Ismael, un vizcaíno que se hacía pasar por guipuzcoano, Miguel y Azucena, madrileño y murciana que se arrejuntaron el verano anterior, y Mariano, un leonés colorado al que mi padre otorgó el título del mejor amigo que había tenido en la vida sin despeinársele una ceja. Resultaba llamativo, al menos para alguien que, como yo, vivía sus primeros momentos de experiencia en un hotel de esta idiosincrasia ver a todos estos veteranos relacionarse de una forma tan armónica con los chavales que formaban el equipo de animación. No había paso de baile, juego de azar o pasatiempo que no terminara en la más sincera e incomprensible risotada.
- Papá, tú verás. Te vienes o te quedas. Yo tiro ya para la playa, que luego se pondrá hasta arriba.
A la mañana siguiente, mi padre resolvió quedarse en el hotel en lugar de acompañarme porque, argumentó, esperaría a Mariano para dar un garbeo por el pueblo. A pesar de haber hecho cientos de kilómetros para ir allí, no pensaba pisar la playa salvo que las autoridades municipales decidieran sustituir la arena por hierba. Cuando regresé, una vez puesta la primera piedra de mi bronceado, encontré a mi padre y a Maravillas tomando una cervecita (sin alcohol, alegaron) bajo una de las sombrillas del quiosco de la piscina. Al borde de la pileta, Lolo, el morenazo que dirigía el equipo de animación del Poseidón, marcaba el paso al que debía moverse la concurrencia a la clase de pilates acuático.
- No, hija, siéntate aquí, que yo ya me iba, que si se hace más tarde el bufete ese está de bote en bote -dijo Maravillas, abortando mi acción de unir una tercera silla a la mesa.
En cuanto nos quedamos solos, mi padre apuró el vaso y me dijo sin transición alguna:
- Aquí hay un problema muy grave, Isabel.
- ¿Perdona?
- Mariano ha desaparecido. O lo han hecho desaparecer. No sé, me da muy mala espina.
- ¿Cómo?
- Esta mañana no bajaba y no contestaba al teléfono. Le habré llamado cien veces. He subido a su habitación y la estaba limpiando Marisol (mi padre parecía ser uña y carne también del personal del hotel). Me ha contado que, en la orden de trabajo, junto al número de habitación aparecía un triángulo azul.
- ¿Qué?
- Es el código de limpieza a fondo por ser el día de salida del huésped. Me he quedado de piedra. He bajado a la recepción y, por suerte, estaba Juanjo. Dice que ha llamado esta mañana una señora contando que era la hermana de Mariano y que llamaba de su parte para comunicar que había tenido que marcharse de urgencia anoche. No había tenido tiempo ni de pasar por el hotel y se había marchado a León a toda leche desde la sala de fiestas.
- ¿Qué sala de fiestas?
- La tercera luna. Va mucho. Me preguntó si me apuntaba, pero estaba muerto de sueño. ¡Seré mamón! No se sabe nada más de él. Al principio, el teléfono daba señal pero no lo cogía. Desde hace horas, una voz dice que está apagado o fuera de cobertura. Estoy acojonado. Nunca se habría ido sin enviarme un mensaje o algo así. Le hubiera costado diez segundos. Aquí hay gato encerrado. Sólo tú puedes ayudarme, hija. Tenemos que encontrar a Mariano. Alguien le ha hecho algo malo.
Si le dije que le ayudaría, no fue porque pensara ni por un segundo que esos delirios de mi padre pudieran tener un ápice de fundados. Como mucho, el tal Mariano podría haber tenido un accidente causado por el sueño propio de quien conduce de noche tantos kilómetros y, lo más probable, es que, si había viajado por causa de alguna urgencia, estuviera en el fragor de la batalla por solucionarla y no pendiente del teléfono. Le dije que sí porque me pareció que mi padre estaba montando toda aquella escenita para llamar mi atención. Ya el hecho de planear que nos fuéramos juntos de vacaciones no era propio de él. Me pareció que lo hacía porque se sentía solo o mayor o ambas cosas y alguna más y me generó una ternura incontenible. Y esto de la misteriosa desaparición de Mariano iba en la misma línea. Quería acercarse a mí y lo hacía por la orilla de mi profesión.
Otra cosa es que mi padre viera mucha televisión y pensara que yo curro de Sherlock Holmes. Hasta el caso Mariano, como desde el principio empecé a llamar yo a este asunto para mosqueo de mi padre, que no entendía por qué me tomaba a guasa tan grave acontecimiento, jamás había investigado una desaparición. Mi día a día lo ocupan las infidelidades, las bajas fingidas y, a veces, algún tema de competencia desleal. En fin, tampoco se necesitaba mucha práctica para hacer lo que yo pensaba hacer.
Mi padre, Maravillas y yo nos repartimos la tarea de llamar a todos los hospitales que identificamos en las rutas que nos parecieron utilizables para ir desde Benidorm a León. En ninguno de ellos había ingresado nadie con el nombre de Mariano, ni había ningún ingreso de persona pendiente de identificar. Por otra parte, las reiteradas llamadas a su número de teléfono seguían cayendo en el saco, roto como el corazón de un adolescente con granos, del apagado o fuera de cobertura.
El ímpetu de mi padre, auténtico director de la investigación, nos llevó a La tercera luna. A las siete de la tarde la sala de fiestas tenía cubiertos ya tres cuartos de su aforo.
- ¡Vuelve el hombre! Dichosos los ojos, Reces - dijo el barman tres segundos antes de fundirse en un abrazo con mi padre.
En ese momento, me pregunté si habría alguien en Benidorm del que el hombre (perdón, quería decir mi padre) no fuera íntimo. Para hacerle gasto a Julián, que así se llamaba el barman, y tenerlo más receptivo a dar información, juzgué necesario consumir algo. Mi padre y yo pedimos una pinta de cerveza per cápita y, para mi estupor, Maravillas, un gin-tonic. La facilidad con la que gobernaban su copa desmentía claramente la versión de la cerveza sin alcohol que me dieron en la piscina. Cuando entramos en faena, Julián nos confirmó que Mariano había estado en el local la noche anterior, había pedido lo de siempre, había intentado chapurrear inglés con un grupo de súbditas del Reino Unido y se había marchado, tras despedirse de él, tranquilamente y a eso de la una.
- Vamos que de emergencia, nada.
- O le surgió después de salir, papá.
- ¿A la una? No me jodas, Isabel.
Como si de madrugada fueran imposibles las emergencias... Seguimos la discusión con la segunda ronda, a la que llegamos después de que mi padre retorciera el argumento de hacer gasto a Julián, esta vez como agradecimiento por la información que nos había dado. Antes de llegar a conclusión alguna, nos quedamos parados en la casilla de cierto abotargamiento etílico y regresamos a nuestro hotel. Allí, el horario de la cena había llegado a su fin y no pudimos entrar en el comedor, por lo que decidimos irnos a dormir. Maravillas y mi padre entraron en sus habitaciones respectivas. Cuando estaba a punto de cruzar yo el umbral de la puerta de la mía, no pude, animada por un nivel de alcohol en sangre al que no estaba habituada, resistir la tentación de tomar la última copa y volví sobre mis pasos hasta el bar del Poseidón.
Al llegar, me encontré allí a no menos de treinta jubilados moviéndose al ritmo de la Macarena y enardecidos por el ejemplo del personal de animación del hotel. Desde la barra, me entretuve mirando sus evoluciones en lo que duraron tres o cuatro canciones más. Después, ese espectáculo cedió el paso a la, siempre más civilizada, música enlatada. La suma de todo lo bebido desde la tarde hizo despertar en mí el deseo de fumar que había permanecido oculto durante meses. En el mostrador me hicieron saber que no disponían de máquina dispensadora de tabaco, así que decidí salir a la puerta y apelar a la generosidad de algún fumador. Lolo, cuya jornada laboral acababa de terminar, fue esa alma caritativa. Empezamos una conversación con el único fin de combatir la incomodidad de fumar juntos en silencio, pero la charla fue tomando vida propia hasta el punto de hacer necesario un segundo cigarro y otra copa sólo por que sirviera de excusa para seguir hablando. Había una cosa que me sorprendía aún más que sentirme atraída por un chaval de veintitantos. Era sentir que también yo le a atraía a él. Me alagó, pero juré por lo bajini que no iba a pasar nada esa noche. Sin embargo, veinte minutos después estaba en mi habitación con su pene en la boca. Tenerlo ahí me causó tanta excitación que no pude resistir el deseo de masturbarme mientras proseguía, enérgica, con la felación. Después penetró mi vagina y, al notar dentro el derrame de su semen, estallé en un violento orgasmo.
No noté nada en el lenguaje corporal de mi padre, cuando me reencontré con él a la mañana siguiente, que me hiciera pensar que se hubiera enterado de nada y me sentí aliviada. Con cierto rubor en las mejillas, pensé con qué cara iba a decirle a mi hija que hiciera las cosas con cabeza después de aquello. Había olvidado completamente el caso Mariano hasta que mi padre volvió con la burra al trigo. El teléfono del desaparecido seguía in albis.
- ¿Qué hacemos, nena? ¿Vamos a la policía?
- Frena, papá.
Con el primer trago de café, se presentó ante mí la idea de que el hecho de que no hubiera ningún ingreso en el hospital no descartaba del todo que hubiera tenido algún percance con el coche. Pensé sin mucha esperanza que Jose tal vez pudiera darnos alguna noticia. Jose, mi primo funcionario de tráfico, me prometió mirar de extrangis una aplicación conectada con las de la policía en la que se registran centralizadas las incidencias de toda España.
Dejé la pelota en ese tejado y, por segundo día consecutivo, volvió a tocarme la lotería de poder estar un rato sola en la playa. Me puse, en biquini, a disposición del sol, me coloqué los auriculares y escuché la versión para audiolibro de Tiempo de manzana en el corazón del gusano. En mi peregrinación a la ducha para refrescarme antes de comer, me crucé con Lolo en el vestíbulo del hotel. Estaba en el centro de un corrillo de huéspedes que charlaban animadamente, pero se las arregló para sonreírme por una rendija y, de nuevo, me ruboricé.
Ya en mi habitación, fui derecha a encender la tableta. Después de echarle un ojo a las páginas web de un par de periódicos, abrí el correo electrónico. Mi primo me había servido en la bandeja de entrada un mensaje de asunto incidencia coche. El vehículo con la matrícula cuya numeración le había dado por teléfono se lo había llevado la grúa y estaba en el retén de Benidorm.
- ¿Cómo? ¿No ha salido de Benidorm? -dije a pesar de estar sola.
Continuaba con un extra, decía adjuntar a su, entonces, presente correo un archivo que contenía una fotografía que había realizado automáticamente el dispositivo de control de velocidad a la una y doce de la madrugada de la desaparición. Lo extraño, añadía, es que en el coche había dos ocupantes. Hice ademán de abrir el archivo con el dedo índice derecho cuando note que presionaba mi nariz la mano portadora de un pañuelo empapado en cloroformo.
No sé cuánto tiempo dormí, pero hace un rato he despertado, incapaz de mover ni uno solo de mis miembros, aquí, en la habitación de Maravillas. Llevando al límite el esfuerzo de mi visión periférica, consigo ver el cadáver de Mariano cubierto por una mortaja de plástico. Me noto desvanecer por momentos. Trato de hacer un último esfuerzo, pero no encuentro voz en mi garganta que me permita gritar.
sábado, 29 de agosto de 2020
GUERRA PERDIDA
Me banco el gesto indiferente hacia mí
de la estación del año que yo mismo
contribuí a endiosar en otro tiempo.
Cómo no vencer, si tú eres
lo contrario del invierno y del verano.
Resisto el frío, soporto el calor
refugiándome en el clima extremo
de tu serenidad océana.
He regresado de la muerte de cristo
a la vida pagana de tus pechos
y, sin más detalle, superé el miedo
que tuve una vez a los rectángulos.
Pero las victorias momentáneas
terminan sobre un cuerpo descarnado,
la guerra contra el destiempo de tu ausencia
está perdida siempre de antemano.
viernes, 28 de agosto de 2020
EN TIEMPO TAN OSCURO
La boca oculta tras la mascarilla
te besa, sin miedo y sin muerte,
con lo que de mis labios queda
en el viernes de mi vocabulario.
Alguien dijo nueva normalidad
y yo escuché otra vez el estruendo
donde el amor hizo su casa
en mitad de tanto deseo.
Vamos que, en tiempo tan oscuro,
iluminas más que nunca los lugares
donde suceden los acontecimientos
que hacen que esto merezca el nombre de vida.
Vamos que, en tiempo tan oscuro,
cualquiera en mi lugar se sentiría
culpable de que, en la noche de la pandemia,
uno tome el sol de tus lunares.
jueves, 27 de agosto de 2020
SI FUERA POSIBLE SABER POR QUÉ
Todos los predicados verbales son,
de volver a ser un niño
Si fuera posible saber por qué tú,
la carne que me forma no sería yo.
Si fuera posible saber por qué
guarda el mundo relación con tu sangre...
Te quiero, es decir, desconozco
por qué necesito darte la vida,
incluso, en muertes tan rutinarias
que no son noticia de mí en tus ojos.
Te quiero, es decir, no preciso
el verano, ni el agua, ni el sol, ni el aire.
Lo que yo necesito es que exista
el abismo al que no dejo de precipitarme.
miércoles, 26 de agosto de 2020
COMPRENSIÓN DE LOS MINERALES
ni sabe por qué los endecasílabos
son blancos y amos de la poesía...
El mismo que no alcanza el ínfimo
nivel de inglés de los perros del idioma.
El mismo que no es capaz de dibujar
la vista horizontal de lo que sueña...
Yo, que no intuyo el corazón que mueve
la razón, pura y simple, del sistema
ni tengo menor idea de las normas
que inspiran el gobierno de la lluvia...
Yo, sin embargo, veo cómo te vas
tras tu cuerpo impar, sin nuestros plurales
y, de pronto, entiendo sin duda
cómo se pueden romper los minerales.
martes, 25 de agosto de 2020
NO SÉ YA QUIÉN
no sé ya quién escribe mis poemas
pero sé que te los escribe a ti
cuando la tarde muerde mis relojes.
Cuando tus labios derraman mi lacrimal,
no lloro más que en pañuelos
donde el espejo no sabe que lloro
ni mis lágrimas mojan el mundo.
Cuando tu silencio mata el sonido
de todo cuanto he dicho desde niño,
en la boca me duele cada palabra
con que los muertos definen el domingo.
Cuando ya nada ni nadie puede
librarte del azar de la tormenta,
yo no quiero estar a salvo de los golpes,
yo no quiero estar a salvo de las fieras.
lunes, 24 de agosto de 2020
PERMÍTEME, POR UNA VEZ, HABLAR EN SERIO
hablar en serio.
Permíteme que te haga añicos
el silencio de mis cajones.
No quiero conservar
ningún secreto,
concédeme la última palabra.
Concédeme la atención
con la que construiste
una patria con los ojos.
Hazme el favor de escuchar
tras la puerta de mi corazón.
Dame la oportunidad de enseñarte
la caja negra de mis canas.
Déjame confesarte que, a veces,
mi sonrisa no es más que polvo
que oculta una tierra sin color.
Déjame decirte que, en esas
horas que deforman el tiempo,
tú estás a salvo de las llamas.
Tú eres cuanto queda en pie
cuando el resto de mí colapsa.
domingo, 23 de agosto de 2020
DÍCESE DE ESTE CUERPO
para que el corazón lata, los pulmones
tienen que llenarse de los días
en que tú transformas el oxígeno
que cae, irrespirable, de los árboles.
Este cuerpo cada vez más humano
que, para moverse, necesita intuirte
al final del camino de sus extremidades.
Un cuerpo, a la vez vivo y muerto,
en el que cada órgano es media soledad.
Un organismo que no se resulta bastante.
Algo que dista de la verdad
cuanto está separado de tu cuerpo.
Una aurora que se desangra de luz
entre las cuatro paredes de su sexo.
Este cuerpo que se arrastra
por los suelos más sucios de la prosa,
que necesita un trasplante de carácter,
que está resuelto a suicidarse
en el último minuto de tu boca.
miércoles, 19 de agosto de 2020
PANDEMÓNIUM DE PANDEMIAS
que no entienden la razón de las vacunas,
abundan las pandemias que están diezmando
poblaciones enteras de pronombres
cuyo origen no está en microorganismo alguno.
He visto a provincias salvajes de mi cabeza
crear criminalmente plagas de miedo
en laboratorios oscuros de septiembre.
Su objetivo es convertirse en dios
de un pueblo que busque la cura de un interrogante.
Saben que antes deben desbordarse
todos los ríos de la ignorancia.
Saben qué partes del cuerpo deben excitar
para que al alma le crezcan manos
capaces de soñar que pueden tomarlo todo.
Lo que no saben es que existe un antídoto.
No saben que, cuando te siento al lado,
mi tacto tira todo el futuro por la borda,
conozco todos los idiomas del amor
y pienso con la claridad del que mira el mundo
desde un lugar amarillo y cálido.
No saben que, cuando te siento al lado,
se me cura el miedo de los labios.
martes, 18 de agosto de 2020
ME URGE SABER QUIÉN ERES
de verdad, en el fondo de lo que pareces.
Qué significa cuando dices estoy bien.
Cómo te las vas apañando para moverte
con el miedo emborrachándote la espalda.
Necesito saber qué verbos están sucediendo
dentro de ti cuando te ensimismas.
Conocer la traducción al castellano
de esa sonrisa, y no otra, en concreto.
Necesito saber qué conseguiste llevarte
cuando te echaron a patadas de la infancia.
Dónde tienes pensado ocultarte de la muerte
o por qué hay tardes en que son los ojos
los que te brotan de las lágrimas.
Me urge descifrar lo que, con tu boca,
quiso decir la tierra cuando soñó
una noche como la de hoy.
Me urge saber quién eres
porque quiero saber quién soy.
lunes, 17 de agosto de 2020
CLAXON Y MUCHEDUMBRE
pero, no descubro nada si lo digo,
son pocos los que tienen nombre.
Que de ellos escriban en las alturas,
yo escribo a ras de claxon y muchedumbre.
Escribo de los que se mueren
de algo sin importancia en el corazón.
De los que chocan la Ferrari.
De los que tienen soledades en la boca.
Escribo de los que suspenden las mates por amor
y de los no correspondidos por la luna.
De los que la echan fuera a puerta vacía.
De los que se arrejuntan con peluches.
Escribo de tanta gente como ciudades
deshabitadas hay en un verso de arte mayor.
Escribo de la letra hache.
Escribo de nosotros dos.
domingo, 16 de agosto de 2020
CORRER TU MISMA SUERTE
donde, un día, no encuentres a nadie.
Donde vayas, de pronto, a darte cuenta
de que no hay ningún dios que crea en ti
y de que todas las religiones eras tú sola.
Quiero, yo quiero, llegar a tiempo
al mediodía en que anochezcan tus lágrimas
y sepas lo que es una puerta cerrada
cada vez que el corazón te lata en las pupilas.
Si aún estoy vivo es para llegar a tiempo
a la ciénaga en que las esperanzas
se te vuelvan de golpe cocodrilos.
Para llegar a tiempo de hacer un fuego
que ahuyente los aullidos de la nada.
A tiempo de sufrir cualquier derrota
que vayan a infringirte en el vientre.
A tiempo de que me lleve el mismo viento.
A tiempo de correr tu misma suerte.
sábado, 15 de agosto de 2020
TE ASEGURO QUE YO, MEJOR QUE NADIE
sé que lo que escribo no le importa
más que a tres o cuatro pares de ojos
que más bien, tan grandes, parecen corazones.
Te aseguro que yo sé que mis versos
traen sin cuidado aquí y allá
y que mi prosa no interesa en los círculos
que rodean las barras estrelladas de los bares.
Pero también sé que, si alguna vez consigo,
en lugar de una descripción de tu cuerpo,
ponerte a ti misma, la propia persona, la mujer,
en el mundo de colores del papel en blanco,
se volverán a mirar los que se hacen los locos
cuando se cruzan con mis personajes literarios.
Te aseguro que, yo mejor que nadie,
sé que tú eres lo que de bueno hay
en las palabras que se me caen de los labios.
viernes, 14 de agosto de 2020
EN DEFENSA DE LA SALUD DE LOS CRISTALES
creyendo que era mi pesado deber hacerlo.
Cuántas veces te habré dicho, en defensa
de la salud de los cristales, que bajases la voz.
Tiempo en que yo casi empujaba los días
para que la noche me firmara una paz ventajosa
cuando tú, por fin, te acostabas y renacía
el niñato, que fui una vez, por unas horas.
Tantos escalones subidos de dos en dos
para que hoy tú tengas tu casa y yo la mía
y añore el campo de minas del pasillo
donde el negro de mi pelo perdió la vida.
Tantas páginas leídas sin atención
creyendo que eran la víspera de un verso
para, ahora, lleno de una herida de silencio,
suplicarte, en defensa de la salud de los cristales,
que vuelvas,
que vuelvas a subir la voz.
jueves, 13 de agosto de 2020
DE TODAS LAS RAZONES PARA HACER EL BIEN, A MÍ ME HA MOVIDO SIEMPRE LA PEOR
a mí me ha movido siempre la peor.
No culparé a la educación recibida
porque nadie me dio nunca
clases de cobardía ni lecciones de rendición.
A mí me ha movido siempre la peor.
Será por ello que te veo actuar a ti,
como si la bondad fuera uno de tus órganos,
y se me llenan los ojos de un abrazo.
Se me llenan de un abrazo porque veo
tu pecho ser como quisiera ser mi corazón
y, aún cubierto ya de llamas, siento
que tú sabrás qué decirle a la hoguera.
La sangre que, de mi cuerpo, hay en los relojes
me apunta entre las cejas y, ahí, estoy solo.
Ahí el mundo entero sabe que yo,
de todas las razones para hacer el bien,
me he movido siempre por la peor.
miércoles, 12 de agosto de 2020
SI HUBIERA SABIDO QUE IBA A MORIRME HOY
de no blasfemar al oír el despertador.
No hubiera ido a trabajar, claro,
ni hubiera sacado a pasear, como cada mañana,
al perro que no he tenido nunca.
Me parece que hubiera vuelto a mirarte
para asegurarme de que te sabía de memoria
y también hubiera tratado de decir
algo que te dejara un buen sabor de boca.
Te hubiera dejado ordenaditos en la nube,
por si fuera menester, mis poemas de amor.
Hubiera encontrado cinco minutos
para la canción que tienes en los labios.
Si hubiera sabido que iba a morirme hoy,
no hubiera dejado de revolver tus cajones
hasta encontrar el canto del cisne de mi alegría
y hubiera puesto mis manecillas a tus pies
para vivir, por última vez, el primer día.
martes, 11 de agosto de 2020
LA CIUDAD DEL PINTOR
en los que yo hablo de ti.
Quédate en la ciudad donde trabaja
el pintor ciego de tu desnudo.
Permanece en las tardes que una niña
me contará cuando nos conozcamos.
No te salgas de la botella de cerveza
que va de mar en mar con mi mensaje.
No huyas de la nube de polvo
que cubre todas las figuras literarias
que te representan en mi cama.
No te marches de los pasillos
que camina tu perfume.
No te ausentes de los objetos
que se volvieron esperanzas en tus manos.
No te vayas del poema
que no soy capaz de escribir.
No te vayas. No te vayas de aquí.
martes, 4 de agosto de 2020
SONETO DEL CAMPEÓN DE LOS PESADOS
de aquellos días ya es comentarista.
Los ojos que excedían a la vista
se caen hoy de ciegos y asustados.
Y qué decir de los versos pasados
que ahora son prosa del sonetista,
del oro, los imperios, la conquista
del poder de los reyes destronados,
de la tercera infancia del abuelo,
de las puertas de entrada por que salgo,
de la niñez del pez en el anzuelo...
¿De verdad piensas que iba a servir de algo
ponerme un tinte negro sobre el pelo?
Mi cuerpo no vale lo que yo valgo.
lunes, 3 de agosto de 2020
SONETO DE LA SEQUÍA
no da la vida ni quita la muerte.
Me volví borrasca para lloverte
y, hoy, no tengo mar donde te mojes.
Mi brújula, tan harta de perderte.
Mi mundo llora que lo desalojes.
¿Qué es mi rojo sin que te sonrojes?
Siete colores, una mala suerte.
Ayer es el tiempo verbal del hombre
que ya tan sólo siente lo que piensa.
Sol, tú que ya no tienes quien te asombre,
baja a la tierra tu frialdad inmensa.
Verás poemas rotos en mi nombre
y que el recuerdo es la peor defensa.
martes, 21 de julio de 2020
LO QUE UNO NECESITA ENTENDER NO PUEDE EXPLICARSE
Anudo el pañuelo alrededor del cuello. Estiro los músculos de los brazos y la espalda. Ella ata los cordones de sus zapatillas. Aparto la vista, cuando se incorpora, para que no sé de cuenta de que tengo los ojos oscuros de mirarla. Él termina de un trago lo poco que queda en el botellín de agua que compró donde Tomás y lo deja, junto al tobillo derecho, en el suelo con disimulo. Conocemos la señal. Al oírla, acaso inconscientemente, empezamos a correr.
En los sonidos del encierro, escucho la libertad. A mi alrededor, nadie parece advertir la muerte repentina del sol a pesar de que las nubes se empeñan en propagar su cruel noticia de algodón. Vuelvo atrás la cabeza en la curva de Postas. El cuerpo de los toros lo veo en la gravedad de dos o tres caras de quienes los tienen más cerca. Recupero la posición natural. A la izquierda, él se mueve por Estafeta demostrando que no es la primera vez que hace esto. A la derecha, ella tiene el gesto parado en su propia agitación y no sabe que me enseña el abc de la belleza al verla tan arreboladita. Me ruborizo instantáneamente. A qué extremos de cursilería estoy llegando...
Rompo la barrera del frescor de la mañana y sudo por la frente lo que late en mi cerebro. La tierra que piso en la arena no se parece a lo que él me dijo que sentiría cuando entrara en la plaza por primera vez. Ella toma aire y, a medio camino de una sonrisa, recorre el graderío con la mirada. No sabe que me forma parte. No sabe que ella es todo eso que hay en mí y no soy capaz de explicarme.
miércoles, 1 de julio de 2020
ENFERMOS DE SORPRESA
que haya llegado hasta aquí
es porque vais por ahí
contando el número
de cromosomas del corazón
y porque creéis que una persona
es la suma de sus diagnósticos.
Eso es. Os sorprende
que no acate el invierno
que dictan los pronósticos
porque ignoráis
que el material de que está hecho
no se detecta en ningún análisis.
Os sorprende
que su boca alcance
el punto de ebullición de la sonrisa
porque decís síndrome
y llenáis vuestros propios oídos
de oscuridad.
Os sorprenden
los logros de su mirada
porque la buena salud
de vuestras certezas
os ha robado
los frutos del interrogante.
Os sorprende
que haya reescrito su destino
porque leéis la adversidad
sin rechistar.
Así, ¿cómo vais a ver en él
la fragilidad irrompible
del valiente?
Irrefrenable
no es quien no tiene miedo.
Imparable
es quien está dispuesto
a dar un paso más
cuando tiembla el suelo.
GUERRA DE CIFRAS
Yo estoy contra los números
que, en el fondo, mueven
los hilos del abecedario.
Me considero enemigo
de los porcentajes de mortalidad,
de los marcadores tumorales,
de la tasa interanual del paro.
Condeno el saldo negativo de soñar,
la cantidad inasumible de veces
que se rompe el corazón de la cerveza
o los dígitos que muerden
la mano de la gente.
Pero estoy abiertamente a favor
del recuento a ojo de lo nuestro,
del número par de tus pechos
y de la suma total de los dientes
que me esperan blancos en tu boca.
Soy un convencido partidario
del fallo estadístico que es el amor.
Siempre que me descuadres los labios.
Siempre que no salgas
del margen de error de mis brazos.
viernes, 26 de junio de 2020
A TI, QUE ODIAS
ni ella escucharlo del papel.
Lo digo
para que te conste a ti, que odias
que una mujer bese a otra mujer.
Lo digo
para que sepas que tus obstáculos
dignifican mi camino.
Para que te metas tu moral
donde te quepan mis gemidos.
Para que veas que llevo manchados
los dedos de felicidad.
Para que entiendas que no voy a morirme
aunque me vuelvas a matar.
Lo digo
para que no pierdas el tiempo
delatándome al miedo.
¿Qué me importa que me odies
si yo la quiero?
jueves, 25 de junio de 2020
EN MI TIERRA
nadie es extranjero hasta que, a los demás,
deja de importarles qué dice
si no lo dice en su idioma.
Da igual qué dios se tenga,
nadie es extranjero
hasta que alguien de carne y hueso
tira la primera piedra.
Da igual el color de la piel,
nadie es extranjero
hasta que, al abrir los párpados,
lo miran dos monedas.
Da igual de dónde se venga,
nadie es extranjero.
Nadie es extranjero.
Nadie es extranjero en mi tierra.
miércoles, 24 de junio de 2020
CRÉEME LO QUE TE DIGO, YA NO HAY CLASES
Desaparecieron. Se vacío el concepto.
Lo que sí hay es gente que puede
y gente que no puede entrar en este restaurante.
Gente que puede comprarse otra oportunidad
y gente que, si cae, ya no va a levantarse.
Hay gente que puede resguardarse bajo un abogado
y gente que es culpable de todo lo que llueve.
Hay tiburones porque hay lenguados.
Hay gente que gana si hay gente que pierde.
Lo que sí hay es gente que va a los palcos
y gente que dobla turno en la taquilla.
Hay gente que sube o baja el pulgar
y gente que baja a pegarse con la vida.
Ya no hay clases, lo que sí hay
es gente que se escribe la historia
y quijotes que nunca verás en un libro.
Créeme. Créeme lo que te digo.
martes, 23 de junio de 2020
CUANDO LOS DEMÁS DORMÍAN
si un padre o un marido lo permitían.
Para poder hacerse realidad
tocaba soñar cuando los demás dormían.
No ha recogido de la tierra ningún fruto.
Todos ha tenido que arrancarlos allá arriba,
mientras el viento movía los árboles
con la buena fe de unas manos masculinas.
Aún hoy, es ayer en muchos ojos
que ven su mundo en llamas cuando la miran
y salen a crear palabras nuevas
para volver a contar la misma mentira.
Pero el mar lo crea ella cuando se empeña
en caminar las mismas aguas que ellos caminan.
Aún hoy, es ayer en muchos ojos.
Pero se hace mañana cada vez
que una idea cura a un troglodita.