domingo, 26 de agosto de 2018

TODAS LAS BOCAS CALLAN EN PASADO

Las huellas de lo bello en un barrizal
demuestran que aquellos días existieron.
El hecho de que no fueran del todo realidad
no significa que fueran sólo un sueño.
Las manos sólo pueden agarrar presente,
pero todas las bocas callan en pasado.
Por eso Mario lleva sin hablar de Ana
todos los años que le aprietan el cuello.
Porque los finales, cuanto más definitivos,
son los muertos en que se reencarnan los principios.
Porque las puertas cerradas hasta nunca
dejan, para siempre, en el mismo sitio. 

Un sabio definió a Mario una vez
como un hombre distinto cada día
cuya única característica inmutable
es el recuerdo enfermo y vivo de Ana.
Las ruinas de un beso bajo su bigote
completan el retrato de su sangre.
Lo que ha olvidado, como todas las estatuas,
es la causa del desastre.
Al rememorar aquel adiós, se topa con un desierto
en el que los buitres devoran la palabra culpable,
con las lágrimas que fluyen en las venas de su cerebro,
con una mujer de la que hace demasiado tiempo
que no sabe más que enamorarse.

Hoy Mario sueña lo que hará ayer.
Y ese camino lleva a una derrota peor
que la de quien pierde toda esperanza.   
Mario, como todos los cadáveres,
se esfuerza en repetir que la vida sigue
mientras mira una foto de Ana cuando nadie le ve.
De los cinco, el único que conserva
es el sentido de la insatisfacción.
Qué inmenso cráter aparece en el pecho de alguien
al que le desaparece todo menos el amor que siente.
Y ese camino lleva a profundidades
a las que ningún mesías redentor desciende.

Del choque diario con su propia pequeñez,
Mario sale hecho un amasijo de versos escritos
en la lengua muerta que una vez habló con Ana.
Poemas que sólo existen cuando su fe ciega los lee.
El suelo de su casa, al retirarse la marea
del acordeón que lleva y trae este naufragio,
aparece lleno de interrogantes que ella
respondió mejor que Mario.
Aún se le desbordan las arterias coronarias.
Aún llora cuando la ve bajar del tren de la memoria.
Por eso Mario nunca habla de Ana.
Por eso Mario tiene la voz del alma rota.




  

sábado, 11 de agosto de 2018

ME OCURREN EN OCTUBRE

Las pasiones de verano me ocurren en octubre,
viven en las palabras lo que mueren en los besos,
riegan de sangre radical un corazón moderado,
empiezan por el final como un cuerpo desnudo.

Mis pasiones de verano llevan una vida
en los tres meses de tu vientre,
adoptan la forma inhumana de tus pezones,
vierten gotas de mar sobre la piel de un jadeo.

Qué difícil es despertar de un sueño
oyendo a los ojos hablar el idioma de las manos
cuando el cielo trae el solsticio de tus pechos
y la tierra se muere de ganas de tormenta.

Tuvieron que presentarnos para conocerme a mí mismo,
así que, por favor, vuelve a releernos
si no te reconoces en estos versos
porque tuvieron que presentarnos para encontrarme conmigo.

Los botones de tu camisa son agentes del invierno
que no conciben los dedos más que para escribir derrotas.
Pero nada pueden contra las dos mitades de un incendio,
contra dos realidades que comparten un deseo.

Ésta es la historia de un hombre de las nieves
que se siente parte de una ola de calor.
La historia de una boca que sonríe anticiclones
y llena todo del reflejo de tu forma de pensar.

No sin razón, ningún estudioso de lo nuestro
entendería que, en este punto, no implorase
que el viento perdone al castillo de arena.
Que la buena estrella surja de las ruinas del sol.
Que ni un almanaque nos civilice este verano.
Que caigan muertas todas las hojas de los chopos
que nos quieren dormidos en otoños separados.






sábado, 4 de agosto de 2018

EL FANDANGO DEL PECHO VACÍO

Se fue más de lo que vino.
Se fue más de lo que vino
porque yo nunca desandé
el cuerpo de su camino.
Más allá de mi destino,
estaba escrita su piel.

Dejó Lucena perdida.
Dejó Lucena perdida
en mitad del mapa triste
del dolor de una herida.
El invierno de mi vida
ni el frío lo resiste.

La encuentro a faltar aquí.
La encuentro a faltar aquí,
donde ella nunca estuvo.
Hasta el cuarenta de abril
la voy a esperar aquí,
donde el reloj la retuvo.

Su silencio mata mi voz.
Su silencio mata mi voz
cuando pongo en mi boca
lo que me dicta el corazón.
Todas las vidas del amor
resultaron ser muy pocas.

Hay diez muertos en mis manos.
Hay diez muertos en mis manos
con los que toco la nada,
propiedad de este gusano,
la unión entre este ser humano
y una vieja almohada.

Porque también de soledad.
Porque también de soledad
se caen los acebuches,
una flor de oscuridad
crece en la realidad
del marinero en Aluche.

Las venas llevan ceniza.
Las venas llevan ceniza
a las cuencas de mi pecho.
El pasado se me eriza
porque no me cicatriza
el pretérito deshecho.

Mañana me quedó atrás.
Mañana me quedó atras.
Se fue por ese camino
que Dios no nos sabe evitar.
Se fue al abrigo del mar.
Se fue más de lo que vino.