de ser una edición de bolsillo lleno
y de tapa dura como la piedra
de El Extranjero de Camus.
Como a esta altura ya habrán imaginado,
yo soy uno de los cincuenta ejemplares
de la única edición de El Inmigrante,
obra que mi creadora se empeñó en publicar
con el dinero que ahorró
dejando de fumar tres meses.
Cuando vi mi rostro
en el rostro de mis cuarenta y nueve hermanos,
me di cuenta de que nadie
iba a tratarme como un libro.
Cuando El Extranjero apartó la mirada de mí,
me vi reflejado en los ojos de un guantazo.
Yo permanezco en este domicilio de milagro.
Objeto de todas las listas de trastos a tirar,
la negligencia de los que me quieren fuera
es lo único que me mantiene dentro.
Podrán disculpar mi cólera
al ver cómo todos sus habitantes
tratan de que él halle su hogar en este piso.
A mí nunca han llegado a leerme.
A él nunca han llegado a entenderlo.
Pero hay algo que todos aquí saben:
El Extranjero no es El Inmigrante.
No necesitan explicar lo que odian de mí
ni por qué persiguen mis palabras
porque los signos de exclamación
ladran más alto que los interrogantes.
Como un animal ajeno al ecosistema,
él se aloja en un estante encima de la ley.
Se comporta como si fuera algo más que una cosa,
como si nacer de una mano mejor
fuera una cualidad que el posee y yo no tengo,
como si el origen fuera algo más
que un niño caprichoso y arbitrario.
Él sabe que yo no quepo en ninguna parte.
Él sabe que El Extranjero no es El Inmigrante.
Con frecuencia, oigo a mis dueños decir
que la buena literatura no es propiedad de nadie.
Cuentan los daños que los iguales a mí
han causado en otros apartamentos
y, en mi prosa blanca,
brilla el negro de la palabra culpable.
brilla el negro de la palabra culpable.
Tal vez sea mejor para todos
que me deje ver menos por las estanterías
y pase los domingos tranquilito en un cajón.
Al menos, no estaría mal disimular un poco
el color de mi cubierta.
Empezaron por no mirarme
y he terminado por no reflejarme en el espejo.
Empiezo a pensar que tenían algo de razón
cuando decidieron que, si me rompo,
es un gasto inútil repararme.
Quizá sea cierto.
Quizá El Extranjero no sea El Inmigrante.
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