son las gotas que te bajan por la piel
cuando sales, caminando las aguas,
del verano a las calles desiertas.
Con lo que me quedo de las palabras,
es cuanto te construyen en mi boca.
Cuanto te hacen presente entre mis labios
y me permiten decirte desnuda.
Nada del sol siento de mi incumbencia
salvo la luz que dibuja en tu cuerpo
la silueta blanca de un bañador
y el beso dorado del silencio.
A mí lo que me interesa de la ciudad
es el suelo urbanizable de tus manos.
De lejos vine a poner ahí mi hogar,
tengo ahí el corazón de mi tacto.
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