Tomaría todos los aplausos
que pudieran salir de la tierra,
añadiría todos los importes
en que se mide la literatura
e, incluso, sumaría todos
los abrazos que tú no habitas
y los entregaría a cambio de poder
parar el reloj en ese tic tac
en que la tierra gira a tu alrededor
y me miras fijamente con la sonrisa
y traes, a esa parte de mi cerebro
a la que pienso seguir llamando corazón,
la ingenua sensación
de que, entre los múltiples seres del verano,
el único que existe soy yo.
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