El ser humano nunca podrá volar,
decían los sabios de ayer.
Y, sin embargo, levanto la cabeza
y veo un avión pasar sobre
los edificios del siglo veintiuno.
Sonrío, no lo puedo evitar,
vuelvo la cabeza al papel
y rompo lo que estaba
escribiéndole al lector.
¿Por qué no creer?
Voy a escribirte a ti.
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