viernes, 30 de junio de 2017

INSTINTOS VEGETALES

Hay techos de una belleza sobresaliente.
Incluso hay algunas, pocas, capillas sixtinas.
Sin embargo, un techo, por alto que sea,
no podrá compararse nunca al cielo abierto. 
Parece difícilmente refutable. Pues bien,
yo siento en el tórax la misma diferencia
entre que tú estés involucrada o no lo estés
en la sucesión cotidiana de hechos
que los más pedantes denominan vida.
Todo sigue ocurriendo cuando tú no estás
y, a veces, ocurre adoptando forma de sonrisa.
Pero, cuanto más se parece tu ausencia a mi realidad,
más noto en el tórax la diferencia
entre tenerte o no tenerte cerca.
Afortunadamente, no encuentro una palabra
que describa cuando me faltas en los pronombres,
en los cubatas. Cuando me faltas
en el miedo, en el café, en el correo,
en las escaleras. Cuando me faltas
en las tertulias, en las películas, en el error,
en la respiración, en el quehacer, en el refugio.
Afortunadamente, es algo de lo que no me suelo hablar.

He dejado tantas veces la terapia para curarme
del deseo de saltar desde el octavo piso de quererte
que, en el pecho izquierdo,
alojo algo que está como una cabra.
En un taller de mi inconsciente tengo a un químico
trabajando en hallar el color de tu alegría
​porque verte contenta es la casa de mis ojos.
No se trata de bondad ni de altruismo.
Ni siquiera se trata de amistad desinteresada.
Se trata de que te quiero desde el sótano
hasta el octavo piso de ser yo.

Si no recuerdo mal, no estabas tú delante
el día en que los expertos descubrieron, a lo largo de ti,
un elemento del que no soy capaz de alejarme.
En todas las escenas se me aparece
un sentimiento de pertenencia al conjunto
que formamos las cosas que, de una forma u otra,
dicen algo de ti.
A menudo pienso que te crearon como respuesta
a los interrogantes de tristeza que van por ahí
rompiéndole los dedos a las manecillas del reloj.
Dentro de mi cabeza existe mucha gente
que admira tu forma de ser
​y que ​ha aprendido mucho callando y escuchándote.
Dentro de mi corazón hay una serie de grabados
que repiten un paisaje donde, si te fijas bien,
se nos ve a nosotros abrazarnos.

​Si te fijas bien, parecemos vivos como dos frutitas
que se enamoraron en una naturaleza muerta.
La otra tarde me topé con una planta de interior
que dirigía el tallo hacia el sol tras la ventana.
Ese pobre vegetal explica el movimiento del amor,
explica por qué yo te necesito detrás de todos los cristales
para que se abran los techos de belleza sobresaliente,
incluso las capillas sixtinas,
y mis pétalos de plástico puedan ver el cielo.     





miércoles, 14 de junio de 2017

NO HACE FALTA SER MUJER

Dos adultos, una manzana, una serpiente...
y resulta que toda la culpa fue de la señora.
No hace falta ser mujer para oler a injusticia,
para discutir con uno mismo ese relato
o para ver sus consecuencias en las hijas,
de las hijas, de las hijas del pecado.

La verdad es que nunca te llamaste Eva.
Viniste, como yo, de un cruce de caminos
pero nos educaron en orillas opuestas del presente.
Yo tenía que cazar no sé qué salvaje
y tú recolectar tardes de septiembre.

Ni que escribir tiene que no aprendimos a volar
pero algo me mantiene en la instantánea de un salto
y tú caminas bajo un techo de cristal discreto.
No me negarás que es más fácil darte un coscorrón
que hacerle sitio a las medidas de tu cerebro.

No hace falta ser mujer para advertir
que ser madre no es sólo el femenino de ser padre.
Hay preguntas que nunca me han hecho a mí
para las que tendrás que sacar de dentro una respuesta.
Cuando ladren los interrogantes,
corre detrás del instinto de ser feliz.

Me conocí en tus palabras desnudas
pero morirás en un ranking de las mejor vestidas.
Los hombres inteligentes​ no tienen cuerpo
pero, cuanto más miran los ojos tu interior,
más se obstinan en ver tu aspecto.

Sorprende verte descansada al despertar.
Duermes con un rumor, bajo la almohada,
de voces que opinan sobre lo que haces con el sexo.
Actúas con la libertad de quien sabe
que siempre habrá alguien que testifique contra su pecho.

Y estás aquí. Aquí que, para ti, es más lejos.
Aquí, donde se necesitan sospechosas.
Aquí, en un hábitat de género.
Aquí, donde queremos hacerte hombra.
Aquí. Aquí que, para ti, es más lejos.



jueves, 1 de junio de 2017

NI OFICIO NI BENEFICIO

Gracias a los que ejercen el oficio de maestro
pensando que ser maestro no es un oficio,
a los que ayudan a levantarse de un suspenso
y sacan las mates de la cuenta de beneficios.

A las profes que no se encierran en su asignatura,
a las que consiguen meternos en los mapas.
Son la voz con que nos llama la literatura
y convierten en futuro la historia contemporánea.

Acallan con palabras los gritos de texto.
Lo suyo es hacer un big bang todos los años.
Nos enseñan a leer fuera lo que llevamos dentro.
Nos aúpan a nuestro primer peldaño

Sobre la tabla periódica, edifican personas
porque la duda es el antónimo de la muerte.
Apuntan al corazón de las neuronas
porque el amor es la mayor ciencia que uno aprende.