viernes, 28 de febrero de 2020

EL DESENLACE

Durante decenios creímos que, al final, sería un mar agigantado por la fusión de los casquetes polares el que nos estrangulase. Pensamos que vendría una tormenta a llevarse todo lo que habían construido nuestros padres o que la sequía nos acabaría asesinando en la previa muerte de otros cuerpos. Esperábamos que un día la temperatura ascendiera hasta convertirse en un dios de la ceniza que nos juzgara con toda la severidad de su naturaleza inhumana.

Y, en cambio, ahora que ha llegado el instante que anunciaban los satélites, resulta que no. Que ni el deshielo, ni la lluvia torrencial, ni el calor, ni los desiertos, ni el hambre. Llegado el momento, resulta que no hay más causa de muerte que nuestra estupidez, que no hay más monstruo que el leviatán imbécil de nuestra sinrazón y que la oscuridad aún nos deja ver cómo mueren nuestros hijos sin tiempo para hacer inventario de todas las veces que pudimos evitarlo.


viernes, 7 de febrero de 2020

EL ESTALLIDO

Rotación, traslación, nutación...
Yo busco el nombre del movimiento
que haces con los brazos al caminar.
En mis ojos no cabe
el mundo circular que desplazas
con el giro de tus manos
y la vida de tus caderas,
pero ellos se creen muy ojos
y apedrean la luz para buscar
tu mirada como el final
de un domingo tras el que todo
haya merecido la pena.

El final de la multitud,
que es el peor desierto,
y el estallido del corazón
al unir la tensión de nuestros dedos.
Besos me parece parca descripción
de la furia común de nuestras bocas
que he visto en el reflejo del sol
sobre el invierno de tus dientes.

El final de la civilización
y la llegada irrefrenable
de las lenguas a los cuellos
para gritar que estaba escrita
la destrucción completa de la ropa.

El final de la paz
y el derrumbe de mi tacto
sobre la población entera de tus pechos,
dejando al descubierto
cinco sentidos insuficientes
para abarcar el crecimiento
emocionante de tus pezones.

El final de la cordura
y la traducción del amor
a sílabas de aliento
sobre la desnudez de tu vagina.
Habrá que reconocer que sí,
que había felicidad
y que era una patria húmeda.
El final de los relojes,
el apocalipsis del espacio
y las tres dimensiones de tu clítoris
entre mis labios.