sábado, 6 de octubre de 2018

LOS DESHABITANTES DEL PLANETA TIERRA

Les conté a mis hijos la historia de nuestro pueblo,
los deshabitantes del Planeta Tierra.
Me hicieron tres o cuatro preguntas para las que inventé
una respuesta más o menos convincente.
Después, dibujamos algo de merendar
con un rotulador que cambiaba de color
en función del hambre de quien lo utilizara.

A pesar de mirar el cielo desde un lugar mejor,
no dejamos de subrayar sus méritos azules.
Mis hijos se entretuvieron en explicarme
a qué se dedican las estrellas durante el día
con todo lujo de detalle.
Les dejé una sonrisa en las manos
y nos fuimos difuminando poco a poco
a los ojos de quien nos observaba.

No tardamos en llegar al equivalente geográfico
de una palabra que sigue a unos puntos suspensivos.
Allí, nos deshicimos de una pena
que ya nos resultaba francamente molesta.
Antes de cenar, mis hijos se bañaron
en las lágrimas de alegría de mi soledad
y, ya desde la cama, me confesaron con los ojos
que tengo poco peso en la trama de sus sueños.

Al verles tan frágilmente dormidos,
fui consciente de que dependen de mí
para mantener el sustento, el vestido
la higiene, la vivienda y la salud.
Al verles tan frágilmente dormidos,
me di cuenta de que todo eso es nada
si pienso lo que yo les necesito.





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