sábado, 9 de noviembre de 2019

EL CAMINO EQUIVOCADO

Sonó el despertador. Chuso se depiló las piernas, se vistió, cogió un plátano para el camino y se fue a toda velocidad sobre su bicicleta. Era su duodécima marcha cicloturista en lo que iba de año. Se inscribió justo antes de la prueba. Nunca lo hacía anticipadamente. A veces, hacerlo a última hora hacía que, con las prisas, al organizador se le olvidara cobrar el precio.

Los primeros kilómetros del recorrido le llevaron a un disgusto deshabitado hasta entonces. Había perdido ya el contacto con el grupo. Él, que era el ciclista más dotado de la comarca. Últimamente, se veía cada vez más bicicletas eléctricas en estas carreras, pero lo de aquel día era demasiado. Todas, salvo la suya, lo eran. Tuvo que esforzarse al máximo para alcanzar la última de ellas. Ya nunca pudo recuperar el aliento porque, al mirar la cara de quien estaba sobre el sillín, no vio expresión facial humana. A pesar de su forma de hombre, aquella era una criatura mecánica. En unos segundos, se vio rodeado por todo aquel grupo.

Chuso ya no tuvo tiempo de verme alejarme corriendo de allí por el camino equivocado.


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