donde, un día, no encuentres a nadie.
Donde vayas, de pronto, a darte cuenta
de que no hay ningún dios que crea en ti
y de que todas las religiones eras tú sola.
Quiero, yo quiero, llegar a tiempo
al mediodía en que anochezcan tus lágrimas
y sepas lo que es una puerta cerrada
cada vez que el corazón te lata en las pupilas.
Si aún estoy vivo es para llegar a tiempo
a la ciénaga en que las esperanzas
se te vuelvan de golpe cocodrilos.
Para llegar a tiempo de hacer un fuego
que ahuyente los aullidos de la nada.
A tiempo de sufrir cualquier derrota
que vayan a infringirte en el vientre.
A tiempo de que me lleve el mismo viento.
A tiempo de correr tu misma suerte.
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