sé que lo que escribo no le importa
más que a tres o cuatro pares de ojos
que más bien, tan grandes, parecen corazones.
Te aseguro que yo sé que mis versos
traen sin cuidado aquí y allá
y que mi prosa no interesa en los círculos
que rodean las barras estrelladas de los bares.
Pero también sé que, si alguna vez consigo,
en lugar de una descripción de tu cuerpo,
ponerte a ti misma, la propia persona, la mujer,
en el mundo de colores del papel en blanco,
se volverán a mirar los que se hacen los locos
cuando se cruzan con mis personajes literarios.
Te aseguro que, yo mejor que nadie,
sé que tú eres lo que de bueno hay
en las palabras que se me caen de los labios.
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