hablar en serio.
Permíteme que te haga añicos
el silencio de mis cajones.
No quiero conservar
ningún secreto,
concédeme la última palabra.
Concédeme la atención
con la que construiste
una patria con los ojos.
Hazme el favor de escuchar
tras la puerta de mi corazón.
Dame la oportunidad de enseñarte
la caja negra de mis canas.
Déjame confesarte que, a veces,
mi sonrisa no es más que polvo
que oculta una tierra sin color.
Déjame decirte que, en esas
horas que deforman el tiempo,
tú estás a salvo de las llamas.
Tú eres cuanto queda en pie
cuando el resto de mí colapsa.
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