como un guante tormentoso en tierra de agua.
Ella es el sabor de su boca,
donde el cuerpo de mi voz
se ha quedado sin palabras.
Sus pechos son el canto par de la sirena
que escucho a manos llenas cuando me canta.
Su vientre es la edad de piedra
si descubro el fuego en la frontera de su espalda.
Sus pies le llevan demasiado lejos
cuando los muslos del mar rojo se separan
y su vagina es una sonrisa ante al espejo,
voraz y violento, de mi mirada.
Ella es la suma de sus ausencias.
Piensa como actúa la carne desabrochada.
Hay flores donde había norte y hielo.
Mirad la noche en el cielo de abrazarla.
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