No dan trece monedas
para hacerse buena prensa
ni para ganarse el perdón,
ni para media lección del maestro,
ni para editar el evangelio
según la traición.
Los gallos no cantan
cuando los hipócritas lanzan
la primera piedra con la voz.
No alcanzan trece denarios
para salir del armario
de los dejados de la mano de Dios.
Nada como un culpable
para, que, a la derecha del padre,
se duerma mejor.
¡A Barrabás! ¡A Barrabás!
se oyó a un capillita gritar
cuando alguien le preguntó.
¿De verás seré yo, maestro?
¿No será que los cielos se caen de viejos?
¿No será que los buenos
fueron peores que yo?
No dan trece talentos
para ganarse el perdón.
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