es el último tesoro
que no hemos perdido todavía,
los sueños que caen, dos veces al día,
al agua maldita del inodoro.
La vida real
nos sangra el cero negativo
con que entra la letra de la hipoteca,
los perros de peluche desnutridos
no tienen sitio en las casas de muñecas.
La vida real
fluye por los kleenex, los vasos, el matadero,
dibuja manchas sobre el mono azul desteñido,
pasa la tarde en los ceniceros,
cumple años descumpliendo lo prometido.
La vida real
tiene barriga,
no es un héroe y está calvo,
casi nunca se queda con la chica,
casi siempre pierde con el malo.
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